En el sexenio llega a 23 mil muertos
Coincidió la promesa del presidente Felipe Calderón de que “nunca, nunca abandonará a las familias mexicanas a su suerte ni dejarlas en manos de delincuentes”, con el reporte confidencial de la agencia Associated Press de 22 mil 700 muertos derivados del crimen organizado en 3.5 años del actual gobierno panista.
En este régimen hemos estado en manos de la delincuencia. Tanto que, de acuerdo a cifras del periódico Milenio, en los primeros 5 meses de este año se registraron 5 mil 30 homicidios contra los 2 mil 677 de igual período en el 2009.
Asombra a instituciones y medios informativos internacionales el creciente ritmo de muertos cometidos por los cárteles. Ante los irrefutables datos, nadie duda que el calderonismo pierde su “guerra” contra el narcotráfico.
El primer mandatario afirmó que no nos abandonará a nuestra suerte, pero constan a la población los cierres de negocios en el norte de la república y otros estados, el abandono del campo por más de 6 millones de mexicanos y la incontenible emigración de pobres, adinerados y profesionistas. Cuantos pueden se van.
La vida en México es de terror. La gente sufre debido a ametrallamientos del hampa contra jóvenes y parroquianos en restaurantes y centros de diversión.
El gobierno federal se comporta indiferente o no quiere ver los cientos de decapitados, descuartizados y colgados de los puentes.
El hampa recurre a diversos subterfugios para sembrar terror. En Cuernavaca fue convertida en cenizas una discoteca y a un cadáver lo hicieron pedazos, a fin de ser diseminados en diferentes lugares de esa ciudad.
Hoy son derribadas rejas y puertas con vehículos pesados. Sucedió en la casa del secretario de Vialidad y Tránsito de Monterrey, Enrique Barrios, hasta ayer desaparecido. Igual suerte corrió el director de Tránsito de esa ciudad, Reynaldo Ramos. Es otra demostración de fuerza delictiva En Guerrero fue descubierta una profunda narcofosa con más de 10 cadáveres.
En Ciudad Juárez, donde fue implantado el récord de 253 asesinatos en el mes de mayo, un jefe de familia y su niña fueron acribillados. ¿Sirvieron los viajes del presidente Calderón a esa metrópoli, la más insegura del planeta?
La sangre corre a raudales y Calderón dijo saber “lo que la gente quiere, más allá de lo que plantean los críticos”. Esto no es de crítica, es de excesiva violencia y los números de la inseguridad están a la vista.
Pueblos de Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y Durango están semivacíos o plenamente abandonados. Mueren familias completas y quienes han visto las matanzas se van, a donde sea, a donde creen estar a salvo. Las casas, las iglesias y las carreteras quedan vacías.
Son muchos 22 mil 700 caídos por impactos de proyectiles. Es demasiado para una nación que, como México, dejó de ser violenta desde los años treinta.
Nadie imaginó que, al cabo de 80 años, nuestro país se vería desangrado, sin posibilidad inmediata de superar la pesadilla, con mayor razón si más de 60 millones de mexicanos viven en la pobreza, padecen hambre y muchos de esos millones carecen de empleo y oportunidades.
EL SENADOR DEL PRD, Carlos Navarrete, se ufana de ser de izquierda, propone un frente con partidos de esa ideología y ya se proclamó precandidato presidencial, lo cual ha de causar sonrisitas a López Obrador y a Marcelo Ebrard.
Muy, muy de izquierda, pero Navarrete ya entró al cochinero ideológico. Anteayer propuso al PAN que la candidata de ese partido al gobierno de Tlaxcala, Adriana Dávila Fernández, se sume a la perredista Minerva Hernández, a fin de impedir que gane el abanderado del PRI, Mariano González. Navarrete había evitado el lodazal que importantes panistas y perredistas repudian.
Y Adriana Ávila debiera revisar sus vehículos. Anda tan a las carreras que la unidad donde transportan a los periodistas se quedó sin frenos y arrolló a 10 personas. Dos perdieron la vida, entre ellas un anciano de 83 años.