Como broche de oro, aunque me temo que habrá más, Trump nos ha regalado una excelente lección de vida, las palabras, las provocaciones, las exageraciones y las mentiras, todo esto tiene consecuencias, sobre todo cuando se repiten en las mentes simples de los seguidores de líderes cuyo único interés son ellos mismos.
Atacar a la prensa, a la oposición, a los “otros” buscar culpables en otros y nunca reconocer la responsabilidad personal, hablar de lo bueno que somos unos y lo malos que son los demás, tiene consecuencias. En Europa oriental se les llamaba pogroms, en las repúblicas bananeras se les llama ‘revoluciones populares’, en Rusia se le llama “liberación” y en todo el mundo se les conoce como ataques a la sociedad, a la civilización, a la ciudadanía y al progreso.
Ningún, escuchen bien, ningún país ha progresado ni un ápice bajo un gobierno militar o populista.
Ningún pobre ha dejado de serlo (bueno excepto los amigos de los golpistas) por apoyar a estos líderes mentirosos.
La riqueza solo ha sido transferida, pero no de ricos a pobres sino de las cuentas de los ricos a las cuentas de los traidores.
Ningún general -ojo generales- NINGÚN GENERAL, ha pasado a la historia como un héroe o un salvador por atacar a los ciudadanos y a sus instituciones democráticas y cuando ellos no pasan a la historia, tampoco lo hacen sus descendientes que terminan muchas veces como narcos, agentes de otros golpistas o millonarios en las playas de Florida ocultos tras nuevos nombres para evitar ser identificados con sus abuelos o padres.
Y, sin embargo, los pocos generales que han luchado por la democracia y la ciudadanía, ellos si son recordados, no por las fortunas que no se robaron sino por las instituciones que defendieron.
En los próximos años, varias naciones tendrán elecciones y todas deberán tomar la misma decisión: respetar el voto, saber hacer gracioso mutis o volverse un enemigo de la ciudadanía.
Yo propongo dejemos de usar el discurso divisionista de algunos líderes; dejemos de usar la palabra pueblo (con su connotación negativa) y usemos “ciudadano”, palabra con ecos de marsellesa y de republica representativa y democrática, progresiva y educada donde todos luchemos por crear las oportunidades para el mejoramiento de todos y no las concesiones para beneficio de unos cuantos.
Donde los ciudadanos trabajemos para fortalecer la verdad, la libertad, la democracia, las instituciones y no el populismo, la mentira, el discurso divisionista, las ambiciones personales y la hipocresía.
Recuerden amigos ciudadanos, “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar” esto, como lo demuestra Washington no es un juego, es una peligrosa realidad que solo la conciencia de todos – o cuando menos de la mayoría- puede evitar y superar.
Las democracias no mueren por ataques del exterior, mueren por traiciones internas de quiénes, aprovechando el sistema democrático la destruyen desde dentro.