Inicio Fábulas para Chiquitos
Fábulas para Chiquitos
Segmento No. 1622
El asno que intentaba cantar
Para cantar, primero tienes que aprender.Duración: 2:29 Minutos. Visto: 24,270 veces.
El asno que intentaba cantar
Bajo el temprano sol matinal, la hierba, impregnada de rocío, brillaba como quebradizo cristal. El asno se frotó repetidas veces el hocico en el rocío. Las gotitas de agua se adhirieron por un momento a sus correosas y negras fosas nasales y luego resbalaron como relucientes abalorios. Sus flacas patas apenas lograban sostenerlo. Se balanceó varias veces, mareado, y poco le faltó para caer.
Tal fue el lamentable estado en que el granjero lo encontró, lamiendo aún el rocío de la hierba. Era evidente que el pobre animal estaba enfermo o hambriento. Pero no prestaba la menor atención a los tiernos brotes de los abrojos que tanto le gustaban.
-Todo fue por culpa de la música -explicó melancólicamente el asno, cuando el granjero le preguntó cuál era la causa de su enfermedad-. ¡Todo fue por la música!
-¿La música? -exclamó el granjero, asombrado-. ¿Qué tiene que ver la música con eso?
-Pues verás -replicó el asno-. Oí que las cigarras modulaban tan bellas canciones, que quise cantar de manera igualmente hermosa. Pensé que sería magnífico deleitar a un gran público. Cuando les pregunté cómo lo hacían, me dijeron que sólo vivían del rocío de la hierba. Hace una semana que sólo como rocío. ¡Y, sin embargo, lo único que hago es rebuznar!
-¡Estúpido asno! -exclamó el granjero, riendo. Y luego, alcanzándole un puñado de abrojos, agregó-: ¿Crees, pobre tonto, que si yo tratara de comer solamente abrojos, aprendería a rebuznar?
Bajo el temprano sol matinal, la hierba, impregnada de rocío, brillaba como quebradizo cristal. El asno se frotó repetidas veces el hocico en el rocío. Las gotitas de agua se adhirieron por un momento a sus correosas y negras fosas nasales y luego resbalaron como relucientes abalorios. Sus flacas patas apenas lograban sostenerlo. Se balanceó varias veces, mareado, y poco le faltó para caer.
Tal fue el lamentable estado en que el granjero lo encontró, lamiendo aún el rocío de la hierba. Era evidente que el pobre animal estaba enfermo o hambriento. Pero no prestaba la menor atención a los tiernos brotes de los abrojos que tanto le gustaban.
-Todo fue por culpa de la música -explicó melancólicamente el asno, cuando el granjero le preguntó cuál era la causa de su enfermedad-. ¡Todo fue por la música!
-¿La música? -exclamó el granjero, asombrado-. ¿Qué tiene que ver la música con eso?
-Pues verás -replicó el asno-. Oí que las cigarras modulaban tan bellas canciones, que quise cantar de manera igualmente hermosa. Pensé que sería magnífico deleitar a un gran público. Cuando les pregunté cómo lo hacían, me dijeron que sólo vivían del rocío de la hierba. Hace una semana que sólo como rocío. ¡Y, sin embargo, lo único que hago es rebuznar!
-¡Estúpido asno! -exclamó el granjero, riendo. Y luego, alcanzándole un puñado de abrojos, agregó-: ¿Crees, pobre tonto, que si yo tratara de comer solamente abrojos, aprendería a rebuznar?
Segmentos Anteriores
Mostrando Segmentos 1-5 de 41
-
Segmento No. 530
El Niño y la Madre, de Esopo
Si no te hubieras reído cuando robé por primera vez, ahora no estarías llorando mi desgracia. -
Segmento No. 2640
La Mona, fábula
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. -
Segmento No. 869
El Cuervo Enfermo, de Esopo
El que durante la prosperidad no hace mas que daños, ¡Que amistades espera en la desgracia! -
Segmento No. 1622
El asno que intentaba cantar
Para cantar, primero tienes que aprender. -
Segmento No. 892
La Grulla y el Pavo Real, de Esopo
El Pavo Real tuvo siempre el defecto de confiar demasiado en la desgracia del sastre. -
Segmento No. 1939
Un pez en la mano
¿Sabías que un pez en la mano vale por dos en un arroyo? -
Segmento No. 1236
El Oso, la Mona y el Cerdo, de Tomás de Iriarte
Nunca una obra se acredita tanto de malo, como cuando la aplauden los necios. -
Segmento No. 2411
Los hijos desunidos del labrador, Esopo
Nunca olvides que en la unión se encuentra la fortaleza. -
Segmento No. 658
La Rana y La Gallina, de Esopo
El que trabaja puede pregonar lo que hace, el que no hace nada mejor debe callar. -
Segmento No. 1965
El león moribundo, de Esopo
Nada molesta más a los poderosos que ser humillados por los débiles.