“¡No lo vas a creer! … -así empezó contando Vanidad-, pero los galos fueron los inventores del jabón. Sabrás que los galos eran de tez muy blanca, pelo rubio y, no sé por qué, pero como todo lo que implica cambio, me lo adjudican a mí. Las galas dijeron que deseaban cambiar su fisonomía por lo que se dieron a la tarea de inventar algo para oscurecer su cabello. Después de muchos intentos, fue logrado al mezclar médula de cabra con ceniza de haya y otros ingredientes, pues resultó una pomada que imprimía un tono castaño”.
En una pausa de Vanidad me apresuré a reclamarle por qué había dicho que ellos inventaron el jabón. “Espera
-cortó sonriendo-, todavía no termino: cuando las romanas de aquel tiempo se enteraron de tal descubrimiento, rápido copiaron la fórmula, pero se decepcionaron al ver que aquel color no era muy diferente al que ya les proporcionaba la alheña egipcia. No faltó quien, conociendo la fórmula, siguiera realizando pruebas, pero no para lograr un tinte, sino para usarlo como jabón. Finalmente, lo consiguió con los consabidos beneficios mundiales que perduran hasta la fecha“.
“Hablemos del vestuario… -interrumpió enérgica Moda para continuar diciendo- En la zona septentrional y occidental de Europa se establecieron los celtas o galos. Este pueblo, al igual que todos los primitivos, comenzó vistiendo pieles de animales, en este caso las de reno. Bautizaron con la misma palabra de reno a su precaria vestimenta, hasta que alguien pensó en trasquilar borregos, hilar su abrigador pelo y tejer sus propias prendas. Tal proceso culminó en la manufactura de bragas o pantalones que se difundieron por toda Europa, gracias a mí”. Pero en realidad fueron los persas los primeros en usar pantalones, añadí. “Sí –contestó Moda-, pero a los galos corresponde el mérito de haberlos confeccionado tejidos de lana, lo que indudablemente los hizo diferentes”.
Moda siguió contando que los varones complementaban esa indumentaria con una camisa con mangas ceñidas a la cintura y un manto llamado sagum, que consistía en una pieza rectangular de pelo de cabra o lana sujetado al frente por una fíbula.
Vanidad, por su parte, dijo que las mujeres galas lucían un estilo muy peculiar, parecido al kalasiris egipcio, que dejaba al descubierto los senos. En Egipto se justificó ese modelo por el calor tan excesivo del lugar, pero me extrañó que en el norte de Europa existiera tal costumbre, por lo que pedí a Vanidad una explicación, a lo que contestó: “Esos vestidos sólo eran usados por las madres que amamantaban a sus hijos, mientras que los otros modelos consistieron en túnicas que iban del cuello a los pies”.
Basada en los modelos antiguos y buscando darles continuidad, al tiempo que nos son útiles en estos días, realicé los diseños que aquí le presento.