En el año 2500 antes de la Era Cristiana, China manejaba un lucrativo comercio: el de las perlas. Esta gema de origen orgánico, junto con el coral, el azabache, el marfil y el ámbar, se halla entre las de más alto valor. Conocida desde hace más de seis mil años, la perla ha servido de adorno tanto de hombres como de mujeres y hasta para blanquear la piel de las exigentes romanas de la antigüedad. Su popularidad estriba primordialmente en su belleza natural que no necesita ningún proceso para su lucimiento. En estado puro muestra su completo y deseado brillo.
Y lejos de pensar que las perlas son eternas como los diamantes, le diré que debido a la sustancia orgánica llamada conquiolina, con que está formada, la perla tiene tendencia a cambiar especialmente cuando se deshidrata, lo que conduce a su envejecimiento haciéndola perder su brillo primario, para luego agrietarse y finalmente descascararse. La vida promedio de una perla es de 100 a 150 años, aunque sabemos que hay perlas que tienen cientos de años y su apariencia todavía es buena. El cuidado apropiado de esta gema puede ayudar a su durabilidad, ya que es muy sensible a los ácidos, la transpiración, los cosméticos y lacas para pelo.
Las perlas son producidas por los moluscos llamados comúnmente madreperlas y para que se formen deben poseer un alto grado de la substancia orgánica denominada conquiolina, la cual crea formaciones concéntricas alrededor de micro cristales. Cuando un elemento extraño se introduce en el molusco, éste empieza a segregar un líquido que al calcificarse forma la perla. El brillo característico de esta gema, llamado oriente, es producido por la superposición de placas de carbonato de cal, el cual es cristalizado y denominado aragonita. El color de las perlas varía por la combinación de las láminas de conquiolina y las de aragonita. A veces la conquiolina es más concentrada o menos calcificada y la baba (nácar) del molusco es lo que da a cada perla su coloración. Las hay blancas, azulosas, rosas, cremas, grises y las azules muy oscuras casi negras. Su forma irregular la da el objeto que accidentalmente se introdujo en la madreperla. Aún cuando todavía no se divulgaba la industria de perlas cultivadas, en la China del siglo XII, alguien ideó la manera de introducir en madreperlas pequeñas efigies de Buda para que fueran cubiertas por el molusco. Siglos más tarde fue encontrada una de las perlas más grandes extraídas de una almeja gigante en Filipinas que llamaron Perla de Alá o de Lao Tzu. No tiene el brillo natural de una perla de ostra pequeña porque ese tipo de almejas no producen nácar.
La creciente demanda de perlas, motivó la producción de las llamadas perlas cultivadas, que de ninguna manera son artificiales, pero sí ayudadas por la mano del hombre. Para lograr este propósito, a las madreperlas se les inserta una pequeña cuenta para que ellas hagan el resto. La colocación de esa cuenta requiere de manos expertas, preferiblemente de mujeres. Ya introducido el objeto en los moluscos, estos se mantienen dentro del agua de una bahía en cajas de alambre o plástico durante tres o cuatro años. Varias veces en ese lapso, las ostras y sus cajas deben ser limpiadas de algas y sedimentos. La vida normal de una ostra es de trece años, pero después de la inserción su vida se acorta.
Es muy pequeña la diferencia que existe entre una perla natural y una cultivada y por tanto difícil de detectar. Los expertos usan instrumentos especiales de rayos X para determinar su estructura: la natural está formada por capas concéntricas, mientras que la cultivada varía de acuerdo al tipo de cuenta introducida. Otro método para diferenciarlas es el uso de luz ultravioleta que, bajo su efecto, las cultivadas tienen una luminosidad amarilla.
Por supuesto que las perlas de imitación han proliferado enormemente. Una de las mejores es la que se hace con escamas de pescado. Consiste en un vidrio revestido de esencia de oriente (brillo especial de las perlas) que es producida con escamas de ciertos peces.
El cuidado de las perlas como adorno es importante y, según los joyeros, cuanto más se usan más duran. Aconsejan limpiarlas después de cada uso para proteger el lustre contra los ácidos del sudor y los cosméticos.
Perlas naturales, perlas cultivadas y perlas artificiales: todas con formas y colores similares, todas para ser lucidas no sólo en noches de gala sino en cualquier ocasión que requiera un toque elegante.