El ser independiente y pode hacer lo que uno quiere, cuando uno necesita, es un privilegio que otorga libertad, seguridad y satisfacción. El no depender de nadie para ir, venir, hacer, o deshacer es una condición natural, que generalmente queda sobre entendido. Una persona adulta, sana y normal sobreentiende que su mundo, es decir sus necesidades y compromisos son personales y por lo tanto es ella, y solo ella, la persona responsable de que estas se logren.
Tener el control sobre las acciones propias da poder y mejora el autoestima y por lo tanto la felicidad individual. Qué maravilla ¿verdad?
Pero ¿qué pasa cuando uno pierde la habilidad de poder hacer lo que necesita ya sea temporal o permanentemente? ¿Qué sucede cuando surge una enfermedad que limita las destrezas? ¿Qué se puede hacer cuando las circunstancias cambian y se necesita pedir ayuda? Au, dolor, angustia, sentimientos de impotencia, en fin una enorme lista de pensamientos tóxicos llenan la mente y sin querer, esto se puede convertir en situaciones complicadas y quizá hasta un tanto antagónicas.
Para empezar, hay que reconocer que la persona que necesita ayuda no se siente muy bien, ya sea porque esta enferma, tiene dolor, incapacidad, o simplemente emocionalmente está sufriendo y no tiene manera de sobrepasar sus problemas, pérdidas o siente frustración.
Por el otro lado, el pedir ayuda orienta a la persona a sentirse que está en una situación un poco más vulnerable, limitada y hasta algo desagradable. Realmente es incómodo pedir favores. Independientemente que uno siente que nunca los termina por pagar. Sintiendo la deuda continuamente.
Así, el pedir un favor, que no tiene nada de malo en sí, recurre a tener pensamientos que no son tan alentadores, invitan a reconocer y aceptar que uno ha perdido su independencia y su autonomía, ya sea temporal o crónicamente.
Por esta ocasión hagamos un trato, vamos a cambiar la manera de percibir la ayuda. Qué tal si cambiamos la visión y en lugar de enfocarnos en la perdida y dirigimos la atención a los aspectos positivos, es decir se comienza a entender todo lo que se puede ganar cuando las personas que nos quieren tienen el poder y la posibilidad de ayudar y de aliviar un poco el dolor y el sentimiento de impotencia, causado por la enfermedad, el dolor o cualquiera que sea la circunstancia que está limitando la acción.
Poder ayudar, hacer un favor con gusto y por amor, es un privilegio que solo lo puede regalar la persona que necesita la ayuda.
Pedir ayuda, acerca a las personas, las hace más generosas, las hace sentirse útiles e importantes y sobre todo, más conscientes de la fragilidad de su propia vida y lo mejor de todo es que hace de este mundo un mejor lugar para vivir.
La próxima vez que te enfermes, recuerda la gente te va ayudar con gusto, solo tienes que pedir ayuda.
La receta
Ingredientes:
- 1 taza de aceptación – reconocer las limitaciones sin reproches
- 2 cucharadas de humildad – sensibilidad y prudencia para pedir ayuda
- 1 ramita de sinceridad – claridad y objetividad personal
- 2 racimos de gratitud – aceptar el cariño y las atenciones sin juzgar y con gusto
- 1 taza de flexibilidad – estar dispuesto a cambiar los planes y adaptarse a la nueva realidad
- 1 pizca de calma – paciencia y fe. Esperanza y aprender a darle tiempo al tiempo
- 1 manojo de buena disposición – actitud positiva, con apertura y buen humor
Recomendación del chef: Hay que reconocer que uno no es culpable, ni eligió lo que sucede. Por lo tanto es más sano no de sentir enojo. Aceptar la situación con tranquilidad permite ver opciones para salir adelante y poder sanar.
Como pedir ayuda y no sentirse incomodo:
- Poder pedir ayuda sin sentir culpa o incomodidad es un arte que se debe de aprender y desarrollar. Depender de otros cuando se necesita no es símbolo de debilidad, al contrario es el primer paso para fortalecer el alma y poder sanar. Saber pedir ayuda, a la persona indicada en el momento más apropiado es una habilidad que se aprende.
- Ayudar a quien lo necesita es un privilegio que solo lo puede dar el que necesita la ayuda.
Tener la confianza para pedir ayuda y sentir la seguridad de que la persona que se le pide ayuda tendrá compromiso y prudencia, crea lazos de confianza y cariño irremplazables. - Pedir ayuda hace al mundo mejor. Cuando se reconoce que necesitamos de los demás, y que los otros también tienen la disposición para ayudar, las relaciones se nutren, se fortalecen, la comunidad se une y todos salen beneficiados.
“Todos ganan ayudándose entre sí, el que ayuda se enriquece y se fortalece emocionalmente, al que ayudan se siente querido y acompañado, ambos igualmente necesarios para sanar.”