El Siglo XVII fue testigo de una de las modas europeas más risorias: el RINGRAVE, de origen holandés y puesto en boga en París. Moda me contó que se trataba de una falda-calzón con ancho de 1.80 mts. cada pierna, ajustado a la rodilla con cordones y exornado con un friso o guarnición con cintas. Conviene recordar que duró menos de una década tal moda de faldones, la que consideraron ridícula los más pensantes de la época, sin embargo, todos aquellos creadores de modas que en uno u otro momento fueron catalogados de excéntricos o ridículos son también merecedores de admiración, porque tantos cambios como realizaron fue simplemente en busca de lo que ahora tenemos.
Moda continuó diciendo: “La evolución de las gorgueras y golas del siglo XVII en Europa se volcó hacia los alzacuellos con pecherín que ahora usan los clérigos, saltando luego a la corbata”. Vanidad interrumpió el relato de Moda para decirme que la palabra corbata proviene del regimiento croata que en 1636 estuvo al servicio de Francia, y que usaba una banda de tela alrededor del cuello anudada al frente. Los franceses le llamaron CRAVATE, los italianos CRAVATTA, los ingleses CRAVAT o NECKTIE, los alemanes KRAVATTE o HALSBINDE y los españoles CORBATA, describiendo el término al famoso pañuelo que los soldados croatas usaban para su cobijo.
¡Más de tres siglos usando la corbata! ¿Qué magia tendrá, que los varones se niegan a dejarla? ¿Ejercerá el mismo encanto y sensualidad que en las mujeres tienen los collares? ¿O será la forma en que Moda y Vanidad esclavizan a los seres humanos? Sea cual fuere la razón, el hecho es que los hombres siguen usando la corbata como adorno y sello de buen vestir. Vanidad no perdió tiempo para recriminarme por mis pensamientos, pero accedió a contarme más acerca de la corbata: “Honorato de Balzac, el novelista francés, encontró tan apasionante el hecho de acomodarse adecuadamente la corbata, que publicó en Italia un manual con 16 lecciones para anudársela con el estilo preferido. Brummell, personaje inglés famoso por su extremada elegancia y exquisitez en el vestir, gracias a mí, pasaba horas ante el espejo tratando de lucir la corbata a su gusto, bueno, en realidad era al mío”. Así terminó Vanidad, pero en mi mente surgió esta reflexión: aunque lo nieguen, Moda y Vanidad se aferran a ciertos cánones, y no dan pauta para salirse de ellos sin su autorización. Y así, he comprobado que tiene más aceptación en el ámbito mundial de los negocios el hombre que luce traje oscuro, camisa blanca y discreta corbata, y también aquel que nunca lleva corbata más clara que la camisa a pesar de los esfuerzos que hacen los jóvenes para lograr cambios.
Para terminar este capítulo, le diré que, como en todas las prendas que han usado hombres y mujeres, los sombreros masculinos han sufrido asimismo grandes cambios a lo largo de su historia. En 1600, por ejemplo, encontramos el estilo cubilete, la gorra, el ondulado y el espadachín, que recuerda a los Tres Mosqueteros, con su triple penacho de plumas y el estilo puritano inglés adoptado preferentemente por las mujeres, aunque prefirieron velos o capuchas cuando salían de casa.