Moda y Vanidad, mis amigas etéreas que me han acompañado a lo largo de esta serie de comentarios, en esta ocasión me ilustraron acerca del tema de los deportes allá por los años 30. Moda explicó que los deportes continuaron marcando las nuevas inclinaciones en el vestir y que, por supuesto, fueron los jóvenes los que marcaron la pauta. Las tenistas que en la década anterior llevaron falda corta y medias, a partir de 1930 decidieron usar shorts, mismos que tuvieron gran acogida para cualquier tipo de actividad informal. Vanidad pidió contar lo siguiente: “En una competencia de tenis en Wimbledon, Inglaterra, una famosa jugadora se atrevió a presentarse al juego sin medias, ¡imagínate la conmoción entre los moralistas! Pero como se trataba de una estrella del tenis, todas siguieron su ejemplo. Y aquellos detractores de las novedades sólo alcanzaron a decir que nunca en el proceso de la moda se había visto un cambio tan vertiginoso en la indumentaria de la mujer como en el lapso de 1910 a 1930”.
Las ciclistas también adoptaron los shorts, mientras que las patinadoras llevaron primero blusa y falda acompañada hasta las rodillas, para luego hacerla más corta. De esta forma tomó auge la moda deportiva, aplicándose sin restricciones. Y fue precisamente en esta etapa cuando el pantalón empezó a formar parte del guardarropa femenino.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) influyó en gran parte para afirmar el gusto por los estilos deportivos y militarizados. El pantalón siguió ganando terreno, mientras que el sombrero lo perdía paulatinamente. El tejido de punto logró popularidad, convirtiéndose el suéter en la prenda más lucida por la clase media.
Durante los años de la guerra, Vanidad reconoció que el traje femenino carecía de gracia, pues la escasez y la influencia militar marcaron en forma involuntaria la pauta de la moda. En Inglaterra, por ejemplo, crearon una corriente que se ajustaba a los cánones de la utilidad: nada debía usarse si no tenía un propósito. Pareció como si Vanidad se hubiese escondido junto con la extravagancia y lo superfluo.
En Alemania imperó la moda del pantalón, en Francia se hacían populares las faldas anchas y cortas para montar en bicicleta, que era el medio de transporte masivo. En España, en contraste con el resto de Europa, floreció la moda de las chicas “topolino”, coquetas y desenvueltas, que popularizaron los estilos de zapatos topolino, muy altos con suela de corcho.
En aquellos años Moda influyó en el corte de pelo bajo la nuca, pero Vanidad aprovechó la imagen de la actriz Verónica Lake, con su larga cabellera, para hacer que grandes mayorías adoptaran el pelo largo con caída sobre un lado. Claro que pronto se arrepintió porque el cabello largo ocasionaba muchos accidentes entre las trabajadoras de fábricas, pues solía enredarse en las maquinarias que usaban.
Pasados los dramáticos años de la guerra apareció un personaje que revolucionó la moda a fines de la década de los cuarenta, dando nuevamente a la mujer la opción de la feminidad que había olvidado durante varios años.
Christian Dior exhibió en 1947 su colección de primavera con el nuevo “look” o imagen: hombros redondos, talle esbelto y amplia falda larga, a 28 centímetros del piso. El tacón del calzado lo diseñó alto y delgado. Con Christian Dior a la cabeza, la alta costura francesa volvió a ganar prestigio. Su reinado sólo duró diez años, pues murió en 1957, después de presentar sus últimas creaciones: pantalón entubado, falda estrecha y su famoso pliegue Dior.
Moda, mi etérea amiga, señaló que en los años cincuenta emergieron varias líneas, entre ellas la graciosa “trapecio”, la “H” como en los años veinte y la “Y”, con sus prolongados escotes de corte en “V”. Por esos tiempos, Cocó Chanel impuso nuevamente sus clásicos estilos. Vanidad intervino para decir: “…recuerden que las faldas volvieron a subir a 40 centímetros del suelo, aunque claro, también se usaron las que sólo subían 24 o 28 centímetros. Y, como siempre, todos los cambios de principios de la década tardaron en difundirse y tener aceptación en las grandes masas”.
En América se mantuvo durante larga temporada la corriente conservadora de los estilos camiseros, que colocaron la cintura en su lugar y las mangas fueron diseñadas con variedad de estilos como las tres cuartos, las cortas o las japonesas; la botonadura por delante y los largos a media pierna. También se diseñaron en América la mayor parte de las faldas clásicas que lucimos ahora.
Asimismo se introdujeron los suéteres de orlón, con mangas cortas o largas, los de corte dolman o con sisa, los cuellos volteados y los redondos o de tortuga. Los pantalones llamados slaks se volvieron clásicos a través del tiempo. Por último, las chaquetas sport cobraron fama en esa época para quedarse, por lo visto, permanentemente.
Vanidad, con voz exaltada por la emoción, comentó: “Cuero, mezclilla, botas y motocicleta fueron los elementos que marcaron la época y la indumentaria juvenil masculina de finales de los años cincuenta. A mediados de esa misma década empezaron a surgir actrices como Marilyn Monroe, Jane Mansfield y Jane Russell que, gracias a mí, dieron el toque “sexi” al vestuario femenino. Pero con la aparición en escena de Elvis Presley en América, el fenómeno musical llamado rock hizo cambiar el vestuario de las jóvenes, quienes se volcaron por las faldas amplias con crinolinas, faldas dobles y pantalones ceñidos, unas veces largos y otras cortos… ¿qué te parece? Y luego llegaron los beatniks: chicos con expresiones bohemias y existencialista que invadieron bares, cafeterías y plazas de todo el mundo luciendo pantalones de mezclilla, camisas de algodón, chalecos, chamarras y sandalias”.