A las telas de seda, lana, lino y algodón, se une ahora la de corcho, con textura suave y leve. Los artesanos de Portugal y España han utilizado el corcho en su forma natural para elaborar diferentes accesorios, como bolsos, cinturones, carteras, zapatos y en diversas aplicaciones. Pero fueron los industriales de Cerdeña, Italia, quienes a partir de la corteza del corcho elaboraron una tela para la confección que es tan suave como el terciopelo, ligera como la seda, no se rasga, es lavable y resistente al fuego. Y mientras que en las pasarelas de Milán celebraron este descubrimiento en el año 2000, en las de Nueva York tuvieron que cuidar aún más sus medidas de seguridad para evitar que se repitiese lo que hizo un activista defensor de los animales, quien arrojó pintura roja contra una modelo que portaba un diseño en piel.
Los términos franceses écharpe, cache-co y cache-nez significan lo mismo: bufanda, y su origen es bastante antiguo. En los tiempos de la caballería europea, el color de las bufandas determinaba el regimiento al cual pertenecían los usuarios. Este aditamento llegó a convertirse en elemento puramente decorativo o protector contra el frío, hasta derivar en las corbatas, pues en el reinado de Luis XIV conocieron las bufandas por los mercenarios croatas (croate), quienes las lucían llamándolas cravate. También a Francia corresponde haberle dado a ese accesorio el calificativo popular de «etrangleuse» (estrangulador), como un testimonio de lo que representa para el hombre actual la corbata.