“Honni soit qui mal y pense”, dijo molesto el Rey Eduardo III en 1348 cuando a la condesa de Salisbury, al bailar con él, se le desprendió una de las jarreteras que ajustaban sus medias, y él se la puso como propia al recogerla. El lema “Vergüenza para quien piense mal”, fue inscrito en las jarreteras que lucían los miembros de la recién creada Orden de la Jarretera (La Orden de la Liga). Las ligas en su origen fueron creadas para sostener las medias tanto de hombres como mujeres pero con el tiempo se convirtieron también en un accesorio erótico y fetichista. Las mujeres las usaron para dar mensajes, como el de una viuda que hizo notar su dolor por la pérdida sufrida al adornar con lágrimas de oro sus jarreteras tratando más de uno de cerciorarse de cuánta pena sentía. Y la tradición antigua francesa, en que la novia llevaba una liga a su boda para que el amigo que los acompañaba y asistía se la quitara, no ha perdido su vigencia, pues en las bodas modernas el novio le quita la liga y la arroja a los invitados igual que el ramo.
En 1887 nació una niña afectada por cierta parálisis. Su terapia de natación la llevó con 15 años a ganar el campeonato de New South Wales. A esa edad, la australiana Annette Kellerman se inconformó con la moda de trajes de baño para mujer prevaleciente en aquella época y no dudó en crear el modelo de una sola pieza que dejaba al descubierto brazos y piernas, semejante al usado por los varones. En 1907 fue arrestada en una playa de Boston por considerar indecente su vestuario, pero ella no dio marcha atrás. Se convirtió en una luchadora por los derechos de la mujer minimizando su traje de baño hasta desaparecerlo en la película Daughter of the Gods (1916), donde aparece sin ropa, convirtiéndose en la primera mujer que filmaba escenas de desnudo. Kellerman murió en 1975 reconocida como la mujer que conmocionó la moda de los trajes de baño y dio inicio al desnudo en el cine.