Renegar de cualquier tipo de norma estética fue la característica del movimiento artístico rebelde llamado Dadá. En la segunda década del Siglo XX, la pintura, la poesía y otras expresiones artísticas, dieron un gran vuelco tornándose “anti” todo lo establecido. La indumentaria no se quedó atrás, pues enseguida, la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven radicada en Nueva York, se lanzó a las calles luciendo, entre otras prendas, un sostén de hojalata y botines. Esta moda, parecida a la carnavalesca de la Edad Media, fue adoptada por los dadaístas y los surrealistas de su época, aunque hoy podemos ver algunos modelitos que no distan mucho del dadaísmo, como los diseños de Agatha Ruiz de la Prada.
Un químico francés, cansado de ver sólo rubias, decidió trabajar en un producto que no sólo decolorara el pelo sino que lo tiñera de diversas tonalidades. Desde que los galos mezclaron la médula de cabra con cenizas, los egipcios descubrieron la alheña y otras plantas para teñir de rubio las cabelleras, pero no habían hallado la forma de diversificar los tonos. Eugene Schueller patentó su invento en 1907 con el nombre de “Aureole”, convirtiéndolo en el primer pigmento sintético para colorear el pelo que, con la fama y el tiempo, se convirtió en L´Oréal.