Los detractores de la moda afirman que ésta no tiene nada que ver con lo cultural o artístico, sino que simplemente es una forma de rendir un cierto culto a la vanidad que constante lleva de la mano al consumidor. Existe un gran número de personas que dan extrema importancia a lo que las revistas y programas de TV divulgan concerniente a las tendencias de la moda. Y resulta que los almacenes se llenan de tal tipo de modelos incitando a su compra. ¿Qué sucede cuando algún corte nos sienta bien y nos sentimos a gusto, pero resulta que ya no lo hallamos porque dejaron de fabricarlo? ¿qué pasa cuando un labial nos encanta y al cabo de unos meses ya introdujeron otro diferente desplazando al anterior para no detener el consumo y los ingresos? Después de un verdadero enfado e infinidad de tiempo perdido buscando lo que ya no existe, nos tenemos que aguantar pues la Moda y la Vanidad van de la mano y nosotros tras ellas.
Transcurrieron más de 4 mil años para que el huso se convirtiera en una máquina de dos mil brocas que transformaría el tejido del lino en su textura actual. La seda, lana, algodón y el lino tuvieron que pasar muchas pruebas desde su descubrimiento como textiles para llegar a lo que hoy tenemos. Por su lado, en el antiguo Egipto el lino fue la fibra de uso común para el vestuario, tanto en su forma burda como en la más fina transparencia. Al igual que la seda, el lino sufrió el monopolio de su producción, lo que provocó la huída de algunos artesanos egipcios hacia Fenicia donde transmitieron su arte y de ahí a diversos países. En Francia, el inventor Philippe de Girard creó la hiladura del lino con una máquina de 2 mil brocas que producía a increíble velocidad el género más fino conocido hacia finales del siglo 18. En el presente, esta fibra goza de un prestigio pues a su característica de frescura en el verano se unen la suavidad y su resistencia al uso.