¡Cuánto más grandiosa o ilusoria es nuestras expectativa, mayor llega a ser la desilusión! Esperar o exigir algo de alguien que no lo puede dar es una formula segura para frustrarse, irritarse e incluso deprimirse.
Es un error pensar que sólo los niños necesitan atención y cariño de sus padres. Hay veces que adultos crecen buscando esa aprobación y la atención que por algún motivo no la recibieron al crecer. Frecuentemente, estas carencias emocionales los convierten en personas duras consigo mismas y con los demás; siempre se encuentran juzgando y contando lo que no tienen y lo que necesitan tener. Tienen la expectativa de que otros deberían poder otorgarles aquello que carecen desde una temprana edad. Al no cumplirse esto, el sentimiento de vacío y frustración se incrementa; sus relaciones se deterioran y generalmente nadie ni nada los puede complacer.
Gritos, lágrimas, y mucho dolor…Todo esto sintió Verónica después de haber tenido una agitada discusión con Rita, su madre. Pareciera que en esa pelea tan ardiente las dos mujeres hablaban idiomas completamente distintos. Rita exigía respeto, entendimiento y la aceptación incondicional de su hija.
A pesar de que sus modos no siempre son muy apropiados, Rita quiere mucho a su hija y en su visión siente que hace y que le da todo lo que está dentro de sus posibilidades. Sin embargo, Verónica en esta ocasión requería algo distinto. No quería dinero, ni nada material, sino un poco de atención, cariño y compasión. Ella se sentía sola, decepcionada de su vida y muy poco apreciada.
Verónica no se percató que le estaba pidiendo a su madre algo que ella no podía darle. Es un gran error pedir algo que la otra persona no tiene la capacidad de dar. Tristemente, cuando esto sucede aumenta la tensión en la relación y es muy difícil lograr un verdadero entendimiento.
Rita es una mujer dura que no le gusta hablar ni conectarse con aspectos emocionales y sentimentales. Prefiere hablar de cosas materiales, obligaciones y responsabilidades. Verónica, por el otro lado, es sentimental y tiene una gran sensibilidad para en entender y distinguir las emociones.
Luego de la discusión, cuando Verónica finalmente se pudo calmar, se preguntó que podía hacer para salir de ese círculo vicioso tan desgastante y doloroso. En su mente volvió a reconstruir la discusión, analizándola punto por punto, hasta que repentinamente comprendió que le estaba pidiendo a su madre un imposible. Entendió que seguir reclamando que la comprendan, le den cariño y le hablen como ella espera, sólo crea tensión, frustración y problemas. No le puede pedir a su mamá que le hable en un idioma que ella no maneja y con el que no se siente cómoda.
Verónica tiene la opción de seguir pidiendo lo que no le pueden dar y continuar sufriendo o aceptar las limitaciones y las fortalezas de cada uno y sacar lo mejor de cada relación sin tener más expectativas de las que la persona es capaz de poder dar.
Expectativas reales
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Ingredientes:
- 1 pieza de realidad
- 2 cucharadas de aceptación
- 1 pizca de gratitud y humildad
- 1 manojo de nuevas acciones
- 1 vasito de sensibilidad
Condimentos:
Confianza, nobleza y atenciones
Recomendación del chef: Entre menores las expectativas menos probabilidad de vivir una decepción.
Modo de preparación:
- Cada persona es única, piensa y siente según sus creencias y valores. A pesar de que nos gustaría que los demás actuaran como nosotros quisiéramos o necesitamos, nadie tiene la obligación de hacerlo. Cada quien actúa como puede y quiere; no se puede exigir una respuesta que depende del otro.
- Para vivir tranquilamente y felices es importante dejar de esperar que otros satisfagan las necesidades propias. Cada quien debe de ser responsable por su propia vida, hacer los cambios necesarios y buscar aquello que desea.
- Aprender a entender a los otros permite tener una visión más equilibrada. Entre más realistas sean las expectativas, mayor es la habilidad de recibir con gusto lo que nos ofrecen, sentir alegría, y mayor satisfacción. Las expectativas irracionales sólo deprimen, causan dolor y muchos problemas.
La mejor receta para una buena vida: ¡Exige menos de los demás, haz más, da con abundancia y vive mejor!