Moda y Vanidad, esos personajes etéreos que nos han acompañado desde el principio de los tiempos, continúan relatando lo más relevante de la historia de la indumentaria. Las dos se regocijan al máximo cuando tocan el tema de las romanas, pues en ellas encontraron eco para sus consejos y sobre todo las excentricidades de Vanidad. Nos enteramos por ellas que los colores preferidos de las romanas de cualquier clase social eran los rojos, amarillos y azules en todas sus gamas, pero los variados peinados, los baños en leche de burra, la depilación, los masajes, las mascarillas y cientos de secretos para su embellecimiento, eran privativos de la nobleza.
Tanto fue el lujo y el derroche de las desenfrenadas romanas, según nos cuentan Moda y Vanidad, que allá por el año 215 antes de nuestra era, el tribuno Cayo Oppio hizo dictar la Ley Oppia, consistente nada menos que en prohibir a estas damas tener más de media onza de oro para su embellecimiento, llevar vestidos de diversos colores y, por si fuera poco, pasear en carruajes. ¡Imagínese! ¿Piensa usted que duró mucho la famosa ley? Pues tiene razón. Tuvo que ser derogada tras la protesta general de todas las mujeres, apoyadas, en cierta forma, por hermanos, esposos y parientes cercanos varones, debido a la influencia que la mujer romana ejercía sobre el sexo opuesto.
Pero vayamos al proceso de cómo solía vestirse la romana: primero se colocaba una camisa interior de algodón llamada interula, ajustándola con un cinturón que al mismo tiempo servía de sostén. Después se ponía una túnica llamada estola, con la característica de tener mangas si la camisa interior no las llevaba. En caso contrario, se trataba de una especie de “jumper“ muy holgado. Por último se acomodaba un manto similar a la toga masculina. Todas las piezas eran largas hasta los pies, aunque también se inclinaban por vestir estolas que sólo llegaban a las rodillas y …“¡bikinis!“, gritó Vanidad. Así es, los bikinis fueron usados por las participantes en danzas acuáticas.
La dalmática, vestida por algunos criticados varones, fue adoptada por las mujeres de la Era Cristiana, perdurando largo tiempo.