El pueblo judío tiene una antigüedad de miles de años. Nació de una pequeña familia semita que, a lo largo del tiempo, fue asimilando una gran cantidad de tradiciones, costumbres, fiestas y expresiones culturales de otros pueblos, debido a que su cultura original comenzó a fragmentarse cuando fue destruido el Primer Templo de Jerusalén y los judíos se vieron obligados a dispersarse. De ahí resultaron judíos egipcios, babilonios, persas y jerosolimitanos, quienes, aunque tenían la misma religión, mostraban ciertos cambios que por supuesto repercutieron en su indumentaria.
Más adelante, con la destrucción del segundo Templo de Jerusalén y el inicio de la segunda diáspora o dispersión, el pueblo judío sufrió otra división mayor para quedar en lo que hoy conocemos como las comunidades sefaradíes, ashkenazíes y la de los judíos del mundo árabe. Y así nos encontramos con que sus rasgos culturales propios se vieron afectados por los del lugar donde se asentaron. Tenemos un ejemplo: en Cochín, India, las novias celebran la Ceremonia de la Jena en su día de boda, untando su dedo índice con una pasta vegetal llamada precisamente jena, a la que atribuyen cualidades protectoras. Las novias judías del Yemen adoptaron esa costumbre con un pequeño cambio: se untan con jena las palmas de las manos y las plantas de los pies.
La situación geográfica del Yemen, entre montañas y altos despeñaderos, un tanto aislado del resto de la península arábiga, permitió que los yemenitas judíos pudieran conservar gran parte de sus costumbres originales. Una de ellas es el vestido de novia bordado con hilos de plata y oro. Sus tocados los adornan con joyas que aplican sobre metal que, a su vez, van rodeadas por flores blancas y rojas, además de unas plantas con diferentes significados, entre ellos, el de evitar el “mal de ojo“.
Desde el punto de vista de la autenticidad etnográfica de las parejas judías del mundo árabe, cabe hacer notar las del Kurdistán Iraquí, donde los novios tenían la obligación de hacer su propia ropa: el traje masculino estaba confeccionado con piel de cabra, bordado con motivos geométricos. Las mujeres se encargaban de los bordados a mano. El vestido de la novia era de seda, y fue tal la dedicación al crearlo que se hacían cargo desde la recolección de los capullos de seda hasta el bordado final.
Una costumbre muy generalizada entre las parejas judías que van a casarse, es que los trajes y alhajas que lucen el día de su boda pasan a ser propiedad exclusiva de la novia porque, en el caso de una separación, la mujer tiene derecho a la posesión de las joyas y prendas de vestir asegurando así su manutención, por lo que no es raro ver a las novias judías del mundo árabe lucir, en algunos casos, una saturación excesiva de joyas, monedas de oro, colgantes y finos tocados extravagantes como el que porta la novia de Marruecos.