Al hablar de los asirios Vanidad desde las alturas, empezó a contarme lo siguiente: “Imagínate a un guerrero feroz, cruel e inhumano de tiempos remotos…, ahora, ve cambiando su imagen con elementos decorativos comenzando por el maquillaje como cejas delineadas con tinte negro y rubor en las mejillas …, ahora visualízalo con cabello rizado, abundante barba de bucles simétricos y, finalmente, con adornos como collares, ajorcas en brazos y tobillos, pulseras y…¡pendientes! ¿qué pensarías de un guerrero tal?”. Y adivinando mi pensamiento, Vanidad agregó: “Te equivocas. El guerrero que describí era asirio y créeme que no tenía nada de afeminado en su persona, ya que desde tiempos inmemorables fue el hombre y no la mujer quien estableció la costumbre del maquillaje y adorno personal, desde luego, gracias a mí”.
Moda, con la sabiduría a cuestas, pidió permiso alzando la mano para decir: “Asiria fue un pueblo enclavado en la región mesopotámica, en donde predominaron cuatro clases sociales: soberanos-pontífices, guerreros, agricultores y comerciantes. Su vestuario en general se reducía a dos prendas, la túnica llamada kandis y el manto denominado kaunace, variando desde luego las telas, adornos y colores para indicar la jerarquía correspondiente”.
Moda agregó que la clase media lucía túnica hasta los pies ornamentada con pasamanería, flecos y bordados simples. Las telas usadas por lo regular eran de lino, dejando para las clases elevadas la lana y la seda. Las mujeres usaban ropa parecida a la de los hombres, es decir, con bordados y flecos, adornos que han sido utilizados desde aquella remota época y aún Moda se encarga de mantenerlos vigentes, pues los flecos, los bordados y la pasamanería se ponen como tendencia de algún diseñador que luce sus creaciones en pasarelas actuales inspirado en años pasados.
En todo este diálogo, vi una vez más la emoción con que Moda y Vanidad atacan cada descripción y detalle de la historia con que nos van ilustrando poco a poco.