Hace más de 3 mil años, los sumerios dejaron textos cuneiformes donde mencionaban las especias y plantas aromáticas. Eran utilizadas como ofrendas a sus dioses y en la medicina. Posteriormente a las fragancias, se les otorgó el atributo de lo estético. Por supuesto que Moda y Vanidad participaron activamente para que los aromas tuvieran una aceptación generalizada. En oriente, por ejemplo, motivaron la creación de un sinfín de fragancias logradas con mezclas de toda clase de plantas que cobraron fama en la remota antigüedad. Ellas disfrutaban de todos sus logros sin percatarse de que había otros lugares que permanecían hundidos en un miasma incontrolable.
Un día en que Moda y Vanidad se hicieron presentes en la Francia del Renacimiento se volvieron locas, pero no de gusto, sino de asco a causa de la hediondez que invadía todo el ambiente parisino. Aunque la ciudad se había convertido en el centro de las ciencias, las artes, las modas y el buen gusto bajo el reinado de Luis XIV, no habían podido controlar el muladar en que se hallaba. Moda recordó que Hipócrates, el más famoso de los médicos de la antigüedad, había hecho ya exitosos estudios para alterar los malos olores, llegando su fama tan lejos que fue llamado por el ejército persa para que les ayudara a combatir la peste.
El método que usaba el famoso médico consistía en crear hogueras con determinados elementos naturales. De ahí le vino la idea a Moda de hacer fumigaciones con vinagre caliente, pero antes debía difundir entre los pobladores la idea de que era necesaria una limpieza total. Primero, logró que separaran los cementerios de las casas habitación, luego hizo proliferar las fosas sépticas hasta popularizar la moda de los retretes privados. Las fumigaciones también se pusieron de moda. Usaban substancias olorosas de diversas mezclas y de ahí al uso del perfume cuyo significado es “lo que se volatiliza, lo que se desvanece o se convierte en humo“, había sólo un paso de separación.
Vanidad entró de lleno en esta última etapa a sabiendas de que todo ser humano tiene un olor propio que no percibimos conscientemente, pero que a través de sensaciones podemos sentir aversión o simpatía por alguien, es decir, lo que hoy llamamos “química“. Manejó el lema de “gustarse a sí mismo para gustar a los demás“, por lo que la creación de perfumes se hizo tan personal que no alcanzaban las combinaciones para satisfacer a cuanta persona requiriese una fragancia.
Y así, logramos entender que Moda y Vanidad nos dieron una creación del espíritu en forma líquida que alcanza lo sublime. Los perfumes están conectados con tradiciones, modas y con la idiosincrasia de cada pueblo. Los alemanes, por ejemplo, se sienten atraídos por las fragancias cítricas y de pino, la que encuentran en sus famosos baños termales. A los escandinavos les gusta el aroma floral (un anhelo de la primavera, después de sus largos inviernos). Los orientales prefieren las especias de esencias y miel, muchas veces usados estos ingredientes en sus cocinas locales. Old Spice es del gusto norteamericano porque les recuerda la Coca Cola (sus componentes principales son canela, naranja y lima). Los japoneses gustan del olor a crisantemos porque les recuerda el símbolo de su nación, como también el ámbar por el tenue olor a pescado que desprende. El perfume de feromonas humanas está muy relacionado con el erotismo, así es que puede gustar a pobladores de cualquier nación. A la violeta se la considera popular y barata, al pachulí vulgar y al almizcle hippie.
Existe una colección de varios cientos de materias puras cuyos orígenes están en la propia naturaleza, como son el sándalo, la canela, el estoraque, el vetiver, además de las esencias de origen animal como el musk o almizcle proveniente de Asia Central y del castor de Canadá. Las técnicas modernas con el uso de las computadoras, facilitan ahora aprisionar las fragancias de las más aromáticas flores sin dañarlas. Analizan las moléculas odoríferas de cada flor y hasta de las feromonas humanas para reproducirlas y así dar paso a los olores sintéticos.
El goce olfativo lo llevamos en nuestro ser desde que nacemos, para bien o para mal y puede aflorar en el momento menos esperado, llevando a nuestra mente recuerdos que creímos haber perdido.