Me encontraba tranquilamente nadando en la piscina, cuando empecé a oír a lo lejos la algarabía que Moda y Vanidad venían armando hasta llegar ante mi.
“No cabe duda -dijo apresurada Vanidad-, que a Ecuador podemos considerarlo el país de los volcanes y ríos pues más de treinta cráteres rodean su valle central. Indios puros y mestizos representan el 80 por ciento de la población total, haciéndose notar por la variedad de trajes típicos que mantienen como tradición”.
“Si… si… todo muy bonito –cortó Moda- pero todavía no puedo apartar de mi mente los macabros ritos de los jíbaros o shuar, de origen caribeño. Ellos ocupan la región oriental de Ecuador y son famosos por la práctica de reducir las cabezas de sus enemigos muertos. Pero llegó una época, bastante reciente, en que tal macabra práctica se extendió no sólo para reducir las cabezas de sus enemigos en sus ritos, sino que adquirieron un valor económico por el surgimiento de coleccionistas que pagan fortunas por adquirir alguna de ellas. Y fue entonces cuando empezaron a proliferar los asesinatos de cualquier persona para reducirla y venderla. ¿Te imaginas qué salvajismo? La verdad –agregó Moda- es que me impactó muchísimo y créeme que he visto de todo en estos milenios”.
“Bueno –intervino Vanidad- pero no sólo existen ellos, también hay otra de las etnias con costumbres muy peculiares como los colorados, llamados así porque colorean su cuerpo con el jugo rojo de las semillas de achiote. Viven en los bosques de las fuentes del río Esmeralda. Los hombres acostumbran vestir un faldón de algodón de rayas azules y blancas, mientras que las mujeres llevan ese mismo tipo de vestuario pero en colores diferentes. Ambos con el torso descubierto, aunque tal costumbre en las mujeres tiende a desaparecer”.
“La indumentaria que me gustó mucho es la de los puruhaes, de la provincia de Chimborazo. Envuelven su cuerpo con un lienzo de lana ajustándolo a la cintura con una faja de vivos colores. Blusa, rebozo y sombrero complementan el atuendo. Los famosos sombreros de paja toquilla, llamados de Panamá, son manufacturados en Ambato”.
“Y te cuento -dijo Vanidad-, los achuar llevan en la cabeza un tocado elaborado con plumas de tucán, para lo cual es necesario desplumar a setenta aves aproximadamente. Esta etnia acostumbra adornarse con huesos humanos para, según su creencia, alejar a los malos espíritus”.
Intervino Moda para relatar: “Y así como el “sarape” llegó a convertirse en la prenda de lana de abrigo para los indígenas mexicanos, el “poncho” entre los ecuatorianos cumple la misma función. El tejido de los ponchos es elaborado por hombres, aunque en la preparación de la lana participa la mujer. Cada parte de los ponchos tiene su nombre: huasha es la espalda, que también significa posterior o atrás; la parte delantera se denomina ñaupa, que quiere decir antiguo, ancestral, primero, adelante, futuro. Y la parte externa de la prenda es jagua, que significa arriba, alto, femenino. El simbolismo que encierra esta vestimenta me recuerda a las que se hacen en Chiapas, México”.
“Y aclaro –continuó Moda-, el poncho está formado por dos piezas rectangulares e iguales, cosidas longitudinalmente, dejando sólo un segmento abierto por donde pasa la cabeza. Puede ser elaborado con algodón o lana, y en los dos materiales ostentan decoraciones multicolores entretejidas o bordadas.
La “ruana” es el equivalente femenino del poncho. Va abierto totalmente por el frente y se ha divulgado por todo el mundo como originario de Colombia, aunque en realidad se trata de una derivación del poncho ecuatoriano.
Como te dije, hay diversidad en la indumentaria de Ecuador pues hablamos de un país donde se funden 18 grupos étnicos y 14 nacionalidades indígenas” -terminó diciendo Moda.
Vanidad con su acostumbrada alegría gritó: ¡Y como en todo el mundo, en Ecuador no faltan los grupos de baile llenos de alegría y colorido!