Los antiguos habitantes de Mesoamérica que adoraban a XIPE TOTEC, el señor del Desollado, acostumbraban vestirse con pieles, pero no de animales sino de esclavos desollados. En Oriente, los guerreros escitas se cubrían con capas que confeccionaban con los cueros cabelludos de sus enemigos derrotados. Afortunadamente esta moda no se convirtió en cíclica. Sin embargo, más adelante los humanos volvieron a esta rutina, sólo que usando animales de pelaje fino. Fue tan grande el abuso de tal práctica que terminaron por prohibir el uso de pieles de animales para vestir.
La infanta Isabel de España, gobernadora de los Países Bajos, juró que mientras su esposo estuviera en el sitio de Ostende, ella no cambiaría su camisa. El sitio terminó en 1604 y duró 3 años. Se hizo famosa con el color que adquirió su camisa sin lavar y que hasta el presente lleva su nombre el color blanco amarillento, tanto en telas como en los caballos bayos: color isabelino, que en nuestros dìas pasó de moda y las telas blancas que toman este color por diferentes razones es nulificado con los detergentes adecuados.