En 1704 Gian Paolo Feminis no dudó en comercializar la magnífica esencia que los calabreses producían a partir de la bergamota, y que tiene la capacidad de amalgamar y fundir diferentes aromas para darles un toque de frescura muy especial a cada combinación. Feminis llamó a su mezcla aqua admirabilis. Posteriormente, esta sustancia perfumada producida en Alemania, fue bautizada como agua de colonia. Los franceses la llamaron eau fraiche y otros agua aromática, con la ventaja de que gustaba tanto a hombres como mujeres y era usada para refrescarse o aliviar dolores de cabeza. A principios del siglo veinte las aguas a base de bergamota y limón fueron reemplazadas por aromas para hombres a base de lavanda y las femeninas con esencias florales. Sin embargo, hoy la mercadotecnia retomó los olores unisex y volvió al aqua admirabilis que tanto gustó a Napoleón.
Cuando llegó la moda de los calzones en la baja Edad Media europea, los monjes no sabían a qué Santo obedecer respecto a su uso. San Benito los prohibió permitiendo sólo llevarlos cuando tenían que salir del monasterio, con la obligación de devolverlos al regreso. En el siglo VI San Fructuoso recomendó su uso a los que servían en el altar, de acuerdo a las antiguas leyes hebreas. Más tarde Santa Hildegarda recomendaba emplearlos «por honestidad masculina y por respeto a los demás», pero debían ajustarse a dos reglas: lavarlos en secreto y no secarlos ante el refectorio.