EL ANILLO DE CASTIDAD
Desde que un ceñidor sostuvo las hojas que usó como vestido la primera pareja bíblica, el cinturón no sólo ha servido de sostén o simple adorno, sino también para castigar o prohibir determinadas acciones como en el caso del cinturón de castidad que obligaba a ciertas mujeres a usarlo para evitar que perdieran su virtud. Pero lo que en la Edad Media fue obligado, desde el siglo pasado los jóvenes decidieron, por gusto o por moda, usar un anillo de castidad que avala su virginidad y que canjean por el de compromiso. La iglesia católica en Polonia, desde hace varios años, vende una sortija de plata con una azucena, símbolo de pureza, y en Estados Unidos miles de jóvenes lo lucen. Con el tiempo veremos si no se trata sólo de una moda que en absoluto cambiará los hábitos sexuales de los jóvenes.
DE POMADAS A POMADAS
Los galos inventaron por casualidad el jabón. Descubrieron que mezclando médula de cabra con ceniza de haya lograban una pomada que hacía cambiar su color rubio de pelo, justo lo que deseaban, pues se habían aburrido de tal color. Cuando la famosa pomada llegó hasta las romanas, inmediatamente la usaron, pero se dieron cuenta de que el color logrado no era tan diferente al que les daba la alheña egipcia. Alguien, con ojo clínico, convirtió el tinte en JABÓN, con los consabidos beneficios mundiales que perduran hasta la fecha, es decir: el objetivo era uno, pero el resultado fue otro. Lo mismo ha sucedido con un descubrimiento de patente reciente: los ingleses crearon una pomada para aliviar las hemorroides y, ¿qué cree? Alguien, también con ojo clínico, lo aplicó en la cara para quitar las arrugas, comprobado ya con efectos muy positivos. Bueno, cuando le cambien la etiqueta ni nos daremos cuenta.