Un mes antes de alguna boda en México, se reparten las invitaciones y con ellas la sugerencia precisa de comprar el regalo en un almacén determinado. Todo ello con el propósito de que los novios no reciban 5 batidoras o 3 baterías, por mencionar algo. Hace cien años las cosas no eran así, pues había otra moda. Los recién casados recibían toda clase de repetidos regalos pero, al día siguiente, los anfitriones publicaban en los periódicos la lista de los donadores y los obsequios recibidos. Imaginará usted que así todos se esmeraban en dar algo valioso, a riesgo de poner en evidencia su carencia de recursos o mezquindad.
En España está corriendo la costumbre entre la clase modesta de que en lugar de dar un regalo los invitados, abonen a una cuenta bancaria X el importe del cubierto que consumirán.
Disfrute usted un delicioso chocolate o una barra energética, pero no olvide que cuando tire la envoltura plateada alguien puede recogerla y usted, quizá, la vea nuevamente convertida en un bolso brillante que le interese adquirir al precio de 200 dólares, si está en Nueva York. Igualmente sucede con los plásticos que los hindúes desechan: son seleccionados para transformarlos en vistosos bolsos o prácticas carteras. La “moda basura”, término que denota menosprecio, deja millones de ganancia por el solo hecho de reciclar lo que nadie quiere almacenar. Y como reutilizar se ha vuelto una moda mundial, debemos prepararnos para el alza estratosférica en los artículos originales.