DE COLÁGENO A COLÁGENO
Llega la hora en que la mayoría desearía volver a tener la apariencia de sus veinte años. Esa inquietud conduce a laboratorios y cirujanos plásticos a esforzarse por encontrar fórmulas para disimular o eliminar los signos de envejecimiento: antioxidantes, cremas, botox, liftings, micropeelings, peelings, grasa inyectada, siliconas, y llegamos a los colágenos (las más abundantes proteínas fibrosas en el cuerpo humano, halladas en el pelo, piel, ligamentos, tendones, huesos y dientes). Las pomadas de colágenos que hasta la fecha se usan han sido de origen animal o sintético, pero ya en Asia están produciendo colágenos para uso cosmético de procedencia humana, lo que me hace recordar que los nazis hicieron jabón con la grasa de sus ajusticiados y hoy, los chinos fabrican pomadas antiarrugas utilizando el colágeno de los presos ejecutados.
CAMBIOS REVOLUCIONARIOS
En la antigüedad, reyes, emperadores, sultanes y todo aquel que tuviera poder influía en el vestuario de sus gobernados. Unas veces la indumentaria se tornaba incómoda y otras se convertía en verdadero instrumento de tortura como el corsé. Uno de los pocos gobernantes que revolucionó el vestuario de todo un país para mejorarlo, fue Mustafá Kemal Pasá, llamado Kemal Ataturk (padre de los turcos). Cambió las túnicas, fajas de colores, pantalón ajustado a media pierna con un enorme vuelo en la parte superior, medias con dibujos policromos, calzado de cuero con punta encorvada sujetado con ligaduras, fez, sharshaf y peché. “Calzaremos zapatos y botines, llevaremos pantalones, chaleco, corbata, camisa, chaqueta y sombrero”, dijo Ataturk y agregó que las mujeres quedarían emancipadas con libertad para vestirse a la usanza occidental y, así se hizo.