Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y esto podría aplicarse a la crisis por la que estamos atravesando que es principal, pero no únicamente, económica. Es obvio que existen también una crisis de valores y una crisis existencial, que reflejan la falta de confianza que tienen muchos seres humanos no solo en si mismos sino en sus marcos de referencia.

Y en los países occidentales que son los que yo conozco, hemos llegado a desarrollar políticas económicas y sociales altamente complejas, que a la par que lograban organizar la vida del hombre, destruían casi imperceptiblemente las bases de la felicidad y el desarrollo de algunas de las mejores capacidades del individuo.

Uno de nuestros mayores errores fue haber convertido en el valor más elevado las posesiones materiales y en medios legítimos para alcanzarlo cualquiera que no estuviera prohibido por la ley. Al seguir este camino el hombre que se ha convertido en una máquina productora de dinero y ha sacrificado en mayor o menor grado todas las otras actividades sociales y culturales, incluyendo obviamente las de educar y convivir con la familia, además de las que tienen que ver con su crecimiento espiritual y con el propio conocimiento de si mismo. Son ya generaciones de individuos cada vez más aislados que carecen de una vida familiar y social enriquecedora y que han perdido hasta la capacidad de valorar y apreciar el mundo que les rodea.

La maquinaria político económica se ha hecho tan compleja que en realidad no hay manera de arreglarla. Tenemos que tirarla, como si fuera un carro al que ya le hemos hecho tantas composturas que ya no queda otra opción mas que la de cambiarlo por otro.

La crisis es precisamente lo que necesitábamos para empezar de nuevo. Sin embargo, mientras nacen los nuevos teóricos y se desarrollan los métodos que serán necesarios para establecer nuevos caminos, la crisis nos presenta la oportunidad de revisar nuestras vidas, valorar y dedicar mas atención a nuestras familias, compartir con los hijos mas tiempo y de mejor calidad, (en vez de darles los típicos juguetes substitutos de un buen día de campo al aire libre, al que nunca teníamos tiempo de llevarlos), desarrollar mas nuestras mentes y trabajar con nosotros mismos, nuestra comunidad y nuestro medio ambiente.

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