Moda y Vanidad se remontan a la época de la existencia de Etruria para relatarnos lo que sigue: cuentan que Etruria estuvo situada entre los ríos Tiber y Arno y los montes Apeninos en Italia. Fue un pueblo pletórico de arte, mismo que heredó a los romanos. Aunque Herodoto de Halicarnaso, historiador y geógrafo (484-425 AC) afirmó que los etruscos eran de origen asiático, Dionisio, también de Halicarnaso, lo desmintió, aseverando que siempre habían vivido al norte de Italia. De todas formas –dice Moda-, asiáticos o europeos, los etruscos gozaban de un excelente gusto -¡gracias a mí!-, irrumpe Vanidad, que en el presente se puede admirar plasmado en sus variadas estructuras de terracota y bronce, o en sus deliciosas joyas también en bronce, cobre y oro.
Los etruscos, añade Moda, enseñaron a los romanos el arte de construir bóvedas y el de confeccionar sus mantos en forma redondeada, como si fueran arcos arquitectónicos de medio punto. A esos mantos les llamaron tebenna, convirtiéndose en complemento de una túnica corta usada por los varones.
Los vestidos de las damas etruscas, interviene Vanidad, estaban llenos de colores muy contrastantes, aunque sólo consistieran de una túnica plisada o finamente plegada y el manto con el que se envolvían sujetado en ocasiones en alguno de los hombros. Agregaban a este vestuario un bonete denominado tutulos y … ¡botas!, -grita Vanidad-. Así es, botas, pues los etruscos le daban tal importancia al calzado, que se podían ver bailarinas desnudas pero, eso sí, con botas, aunque en realidad eran medias botas de color muy vivo y con punta ligeramente levantada, concluyen Moda y Vanidad.
Las ilustraciones presentes están inspiradas en los modelos antiguos que les acompañan.