¿Alguna vez ha presenciado usted el maravilloso acto que representa el nacimiento de un ser humano, de un cachorro, un polluelo, de algo como una flor, o quizás la transformación de una oruga en mariposa? Ese acto tan sublime se repite continuamente a lo largo de nuestra existencia, en la que vemos nacer pero también vemos morir. Este acto divino se nos presenta no sólo en los seres animados, sino en todo lo que sufre un cambio que de alguna manera viene a ser un nacimiento.
Le contaré le historia del nacimiento de unos gemelos y que comenzó hace varios milenios, cuando EGEIS era una gran extensión de tierra que unía Europa con Asia y Africa. En aquel tiempo nadie pensó que un día la fisonomía de las tierras conocidas cambiarían de tal forma que no habría sobrevivientes para contarlo. Una gran parte de aquellas tierras se hundió y el vacío creado fue cubierto por las aguas del mar. Hombres, animales, plantas y construcciones desaparecieron para siempre, quedando sólo las cimas de las montañas más altas fuera de la superficie del agua como testigos mudos de la gran catástrofe, convirtiéndose así en las actuales y bellísimas islas del mar Egeo, allá en Grecia.
El cambio en la superficie de la tierra creó grandes grietas de las que comenzaron a salir piedras encendidas, dando inicio la temida y terrible actividad volcánica submarina de la zona. Ardiente lava expulsada de los cráteres caía en el fondo del mar una y otra vez hasta llegar a formar una isla redonda que llamaron STRONGHLI, conocida en el presente como THIRA o SANTORINI. Transcurrió mucho tiempo para que aquella formación fuera tan confiable como para poder habitarla, ya que después de otro hundimiento y erupciones volcánicas, la redonda isla quedó convertida en una media luna y el resto en una caldera, una de las más grandes y bellas del mundo.
Los primeros habitantes se dedicaron a la agricultura, la pesca y cría de cabras y corderos. Agregaron a sus actividades la manufactura de artesanías, adoptando luego el comercio. Pero el goce de una vida sana y productiva no duró mucho, pues los fenicios llegaron a la isla por el año 1500 antes de J.C. y lucharon hasta someterlos. Salieron los fenicios y tomaron su lugar los romanos para después cambiar y convertirse en posesión de los turcos. Finalmente lograron su libertad en 1821.
Fue un 23 de mayo de 1707 cuando los azorados habitantes de la isla vieron el sublime nacimiento de los gemelos, hijos de la tierra y el mar. El primero emergió en medio del mar silencioso y cauteloso. Su enorme masa blanca crecía minuto tras minuto, sin ruido, sin erupciones ni terremotos, acomodándose en el lugar que le correspondía. Los isleños no podían creer lo que iba creciendo ante sus ojos. El arrecife de piedra pómez comenzó a elevarse cada instante hasta lograr su desarrollo total de 70 metros de altura. Este fue el primer parto que presenciaron los embelesados habitantes de Santorini. Nombraron a la isla ASPRONISI, que significa Isla Blanca.
Pero venía el segundo nacimiento, por cierto muy diferente. Inició con una gran explosión volcánica que arrojó vapores y gases en gran cantidad. Al mismo tiempo, de las embravecidas aguas del mar comenzaron a salir rocas negras que muy pronto fueron unidas entre sí para crear la segunda isla. MAVROSINI (Isla Negra) crecía diariamente con gran velocidad y, como si mediara un pacto, se integró de golpe a ASPRONISI. Ya unidas, les fue dado el nombre de NEA KAMENI.
Hoy, más de 300 años después, los habitantes de Santorini cuentan la historia de ambos nacimientos sin olvidar que sus antepasados también fueron testigos de la muerte de una isla que nació el 29 de septiembre de 1650, desapareciendo a fines del mismo año. Su cumbre quedó a una profundidad de 18 mts. bajo la superficie del mar.
Esto nos demuestra una vez más que todo en la existencia tiene un lapso de vida y que se trata de vivirla … ¡nada más!