Estaba tan sumida en mis pensamientos que no sentí la llegada de mis etéreas amigas Moda y Vanidad, hasta que las oí discutir acerca de las exageraciones que Vanidad convence a ciertas damas para recargar de adornos sus trajes. Moda es más discreta en sus sugerencias aunque a veces llega a la austeridad.
Yo me inclino a menudo por los consejos de Vanidad que dan a los trajes femeninos y hasta los masculinos más vida y alegría.
Vanidad cortó la discusión diciendo: “Me encantó la Suiza de hoy y me gustó mucho que continúen con sus tradiciones haciéndolas resurgir en sus fiestas y celebraciones.
Siguen usando el cuerno alpino, ese instrumento musical típico de ellos y no olvido el canto tirolés”. A un respiro de Vanidad, Moda interviene: “Y no olvides su famosa industria relojera y… ¡Los quesos!”, Interrumpió Vanidad.
¿Y qué me dicen de los trajes de la guardia suiza pontificia?, pregunté: “Muy vistosos –contestó Vanidad-, pero de ellos te hablaremos cuando regresemos del Vaticano”.
“Mejor te dejo con esta imagen de un carnaval en Suiza”. Y diciendo esto se volatizó junto con Moda.