Soltar los sentimientos que se encuentran atorados en el alma es liberarse del sufrimiento que se enfrasco a través de la vida. Es volver a sentir.

Los sentimientos que no se sueltan, se pudren y hacen un daño terrible a la persona que los guarda. Dejar ir, no quiere decir que hay que olvidar o dejar de pensar en aquello que lastimo, molesto o incómodo. Dejar ir, quiere decir, aceptar sin dolo, ni reproche aquello que ha causado problema. Quiere decir trabajar con sensatez y conciencia lo que produjo estrés y poder continuar la relación que produjo el incidente desagradable.

Como el buen cliché dice para vivir bien hay que dejar ir.

Hay ocasiones en que personas sufren por la causa de una confrontación lastimosa o les sucede algún evento que les produce incomodidad, por lo que se cierran emocionalmente para protegerse y así, ya no puedan sentir nada. Evitan hablar del tema y por supuesto cancelan todo tipo de contacto con la persona que los hirió.

En otras situaciones, hay personas insisten que ya lloraron suficiente o que hablaron tanto del tema que realmente no necesitan volver a discutir el asunto. Asegurando así que YA dejaron ir, que ya lo soltaron. Este tipo de gente, están seguras, que sus llantos y su duelo han sido suficientes, por lo que están listas para continuar sin dolor ni resentimiento. Sin embargo ellas tampoco tienen la habilidad de sentir dicha y felicidad en plenitud.

Dejar irlas dos palabras necesarias para dejar de sufrir.

Por supuesto que también existe otro tipo de personas, estas, utilizan su dolor como escudo y creen tener licencia para maltratar a los demás. Estas personas les es muy gratificante recordar cada momento y toda situación el daño que les hicieron, así, que buscan cualquier pretexto para recordarse ese dolor y utilizarlo en peores casos. Encuentran el peor momento para vengarse o devolver el malestar.

El guardar el dolor, adormece mucho más allá que el malestar que no se pudo manejar. El retener los pensamientos o ignorar lo que se no se quiere sentir, desconecta a las personas de la vida, les arrebata la alegría, limita sus propios sentimientos y los priva de vivir en plenitud.

A pesar de que ellos insistan que son felices y que ya soltaron aquello que les molestó. En realidad no tienen, ni tendrán una buena vida, porque están lisiados emocionalmente. Tarde o temprano sus relaciones y su conexiones con el mundo se verán deterioradas, su vida se limitará a gratificaciones inmediatas y la satisfacción al lastimar a otros con el fin de sedar su propio dolor.

Por lo tanto queda más que claro que es necesario dejar ir, soltar y liberase de la carga emocional que solo causa pena y dolor prolongado. Para dejar ir, hay que aceptar el dolor sin reproche, resistir la pena creada y amarse a sí mismo, para después tratar a los demás con compasión y bondad y vivir plenamente.

Dejar ir, para vivir mejor

INGREDIENTES:
1 taza de aceptación – reconocer y resistir el dolor sin acumularlo
2 rebanadas de fortaleza – valor para sentir y superar el daño
1 manojo de actitud positiva – compasión por los otros y buen ojo
2 cucharadas de perspectiva – reconocer todo lo bueno que se tiene
1 pizca de flexibilidad – abrir las posibilidades y dejar el control.
RECOMENDACIÓN DE CHEF
Reconozco que me lastimaron que he sufrido y que aunque creo haber dejado ir el dolor, aun siento que puedo vivir mejor. Aprender a quererme es a dejar ir mi sufrimiento.

MODO DE PREPARACIÓN:
Para poder ganar hay que saber perder. Dejar ir el dolor, da la apertura necesitaría para encontrar un nuevo camino. Retomar el poder y la responsabilidad personal, reconociendo que el corazón ha sido lastimado.
Dejar ir es una acción que implica trabajo personal. Soltar el dolor libera las culpas y sufrimientos. El análisis sincero y la confrontación hacia uno mismo es el único camino para dejar ir aquello que ha cerrado la posibilidad de vivir en plenitud.
La única persona que se beneficia al dejar ir es ella misma. Soltar el dolor descubre la potencialidad de vivir armonía, compasión y plenitud. Estar bien con uno mismo es una necesidad básica para poder percibir la grandeza y abundancia del mundo.
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