Hubo una época en que el algodón, el lino, la lana y otras fibras se usaron en la confección de ropa en su forma natural pero los textiles han ido evolucionando al ritmo del tiempo empezando con las mezclas, los repelentes al agua, los que no absorben las grasas, los que eliminan malos olores y los que cambian de color, entre otras novedades. Ahora se han creado prendas interiores con parches que representan imágenes de diferentes tipos de actividad de hombres y mujeres, o los que al rascarlos emiten algún olor que trae a la mente la ocupación preponderante de quien se quiere recordar: bien sea al ejecutivo con olor a lavanda, o al hombre de campo con aroma de césped recién cortado, al surfista con olor a bronceador, a la florista con esencia de rosas o a la mesera con fuerte olor a salsa picante.
Primero fue el turbante, luego el fez y por último el sombrero.
Estas son las corrientes que ha vivido el tocado turco. Durante siglos el turbante fue la característica de la indumentaria turca. Los diferentes colores y tamaños daban a conocer la jerarquía de quienes lo usaban, llegando a ser tan grandes algunos que dificultaban la movilización. El sultán Mahmut II impuso en lugar de ellos el Fez, un bonete cónico de fieltro adornado con una borla de fleco negro, originario de la ciudad de Fez en África. Cuando se generalizó su uso llegó Mustafá Kemal Ataturk, (fundador de la República de Turquía) para revolucionar las costumbres de los turcos e imponer el sombrero occidental. Al fez lo calificó como el emblema de la ignorancia, del fanatismo, del odio al progreso y a la civilización.