Los antiguos egipcios se vieron en la necesidad de rapar sus cabezas por razones climatológicas, pero el lucimiento del pelo para ellos era de suma importancia, por lo que crearon pelucas con pelo humano o lana de carnero, logrando verdaderas obras de arte en peinados. Pero también por necesidad, ya avanzados los milenios, la corte de Luis XIV de Francia tuvo que adoptar la moda de las pelucas gracias al ejemplo de su padre, pues olvidaron por completo la higiene permitiendo que proliferasen ciertos parásitos en sus cabezas y, en lugar de aceptar el baño como remedio para erradicarlos, prefirieron afeitarlas y usar grandes pelucas.
El médico griego Hipócrates que vivió hacia el año 400 antes de Cristo, dividió a la humanidad en 4 grupos temperamentales: los coléricos, los sanguíneos, los flemáticos y los melancólicos. La psicología moderna ha dividido el temperamento humano en más subclases que Hipócrates: los tímidos, los aduladores, los tercos, los ostentosos, los agresivos, los hipócritas e intrigantes, los vanidosos, los irascibles, los burlones y los supersticiosos. La mayoría son mixtos, aunque siempre se destaque en ellos una u otra característica. Una de las operaciones más importantes en el arte de tratar con la gente es reconocer a primera vista el temperamento de una persona que es un don del que pocos gozan, por lo mismo es aconsejable no mostrarse demasiado abierto sin llegar al extremo de desconfiar de todo el mundo.