Como integrantes de “Pensando en ”, Consejo Consultivo Ciudadano Nacional, queremos presentar al Senado de la República –y en especial, a la fracción de Movimiento Ciudadano– los siguientes puntos de vista acerca del reciente acuerdo entre México y y la etapa que se abre, llena de incertidumbres y nuevas amenazas.

La dramática crisis migratoria que vive México tiene una larga historia que es necesario reconocer para comprender su profundidad y sus implicaciones en la política nacional e internacional. En años recientes, el establecimiento del nuevo Tratado de Libre Comercio se convirtió, para algunos sectores del poder político y económico, en un tema único que desplazó a muchos otros de importancia decisiva (derechos humanos, frontera, agua, narcotráfico, tráfico de armas y la propia ). Todos los campos y las estructuras de nuestra multifacética relación fueron minimizados, incluyendo las medidas necesarias para enfrentar la oleada migratoria que ya estaba ocurriendo. Esta estrategia ha probado ser errónea, negligente, y se volvió una de las causas reales de la crisis que hoy tiene sumida a nuestra nación en el ultimátum de 45 días. Todo lo cuál ha comprometido aún más el respeto a los derechos humanos de los y distraído a la Guardia Nacional en teoría creada para atender una problemática interior y no la crisis migratoria.
Ahora bien, el trato discriminatorio y virulento del presidente de Estados Unidos hacia México y sus constantes amenazas no pueden seguir siendo la base de la negociación ni de un acuerdo pensado para cambiar la política migratoria en esta región. El respeto, la negociación de países que se reconocen soberanos y sobre todo, la observación del derecho internacional, son la base de cualquier negociación. Se trata de una afirmación de nuestros principios sí, pero también un llamado a utilizar sin complejos las herramientas que nos otorga el orden jurídico internacional.
Es preciso insistir en la base de cualquier relación bilateral. En términos del derecho internacional y del espíritu de cooperación, las medidas económicas no pueden ni deben utilizarse como armas que nos colocan en la posición de país subordinado. Por el contrario: somos naciones corresponsables de los problemas (esto lo sabe y lo ha reconocido Estados Unidos en muchos otros instrumentos vigentes y firmados por ellos mismos) y por lo tanto, México no debe admitir que el problema del tránsito migratorio es de su exclusiva responsabilidad. Es un asunto eminentemente multilateral.
Tampoco es aceptable que la política del Presidente de los Estados Unidos reduzca nuestra relación a un solo tema que en realidad forma parte de una agenda extraordinariamente diversa, ineludible y crucial para ambos países. Muchos otros aspectos deben ser abordados y no a través de las amenazas, sino de la construcción sistemática de confianza mutua, de la diplomacia y de la multiplicación de nuestros contactos para la cooperación. En este sentido, nos parecen erróneas la extrema austeridad en el servicio exterior, la centralización de las relaciones y de las tareas que se les desprenden. Este nuevo yerro ha generado enormes vacíos y permite la reducción simplista de una relación que es, por necesidad, una de las más complejas del mundo. En su relación con Estados Unidos, México debe volver al esquema funcional de procesamiento de los temas, uno por uno y en sus méritos, y no a la negociación que mezcla por igual aranceles y derechos humanos. Debe invertir recursos –capital humano, dinero y tiempo- en rehacer la relación, cara a cara, no a la distancia.
La dura negociación con Estados Unidos necesita de unidad y consensos del lado mexicano. Pero esos consensos no están dados de antemano sino que se elaboran seriamente, se construyen y se explican, de modo muy especial con la Cancillería y el Senado de la República, órgano constitucional corresponsable de la conducción de la política exterior.
Por ello, entregamos hoy esta propuesta a la fracción de Movimiento Ciudadano en esa Cámara, para que pueda erigirse en el canal promotor de una serie de iniciativas indispensables entre las que subrayamos las siguientes:

– La organización de una conversación ordenada con los personajes más experimentados del cuerpo diplomático mexicano, en activo o no. Escuchar su experiencia, sus recomendaciones y aprovechar los lazos por ellos construidos para apoyar y fortalecer la gestión actual de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Esta conversación debe incluir a especialistas nacionales y también de los Estados Unidos. No es admisible que en estos momentos críticos, hagamos a un lado el vasto conocimiento de uno de los cuerpos profesionales mejor construidos en nuestro país.

– Integrar un grupo técnico que evalúe las disposiciones que el derecho internacional le otorga a México para utilizarlas antes del plazo perentorio de 45 días. Tanto las instancias internacionales como los instrumentos binacionales –diplomáticos, comerciales, aduanales, etcétera- están a nuestra disposición y gozan de plena legitimidad para responder a las amenazas unilaterales.

– En la misma dirección, parece impostergable presentar al país, como a las Naciones Unidas, un plan razonable para garantizar un trato humanitario a los migrantes, especialmente en materia de seguridad y de salud. La posibilidad de que México fuese considerado como “tercer país seguro” tiene implicaciones ominosas que ya estamos viviendo. En la discusión de esa y otras opciones debieran explorarse las experiencias de Turquía y otras naciones, que sólo aceptaron la condición de “tercer país” cuando hubo compromisos financieros y jurídicos, entre varios más, por parte de las naciones que se lo pidieron.

– Entre los muchos daños que ya está causando el acuerdo (no el menor) están las grietas que se abren con las naciones de

Centroamérica. Por eso nos parece urgente que el Senado de la República convoque a una reunión interparlamentaria al lado de los Congresos Centroamericanos, y de ser posible, promover la celebración de una Cumbre de Presidentes de México y Centroamérica para evaluar la problemática real, las soluciones que podemos compartir y las necesidades que ellos también deben atender. Frente al abuso unilateral, México debe construir una política explicítamente multilateral.

– En esta misma dirección cobra especial importancia, la propuesta presentada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), para dar los primeros pasos hacia una estrategia de desarrollo económico y social a la que deberíamos comprometernos en el hemisferio y en el largo plazo. La bienvenida de esa iniciativa por parte de la Organización de Naciones Unidas debe traducirse en inversiones sostenidas y crecientes, en el tiempo y monto, en Guatemala, Honduras y El Salvador.

– Una reunión urgente de los gobernadores de los estados fronterizos en México –del norte y del sur- es especialmente importante, pues al final, serán ellos, los que deberán enfrenar las consecuencias del acuerdo en curso y de los que se deriven en el futuro inmediato.

– Finalmente, creemos que se debe desplegar una activa política con los mexicanos radicados en Estados Unidos y con los sectores de la sociedad y la política en ese país que puedan ser aliados de México. La política de “no intervención” es una ficción cuando las amenazas y el maltrato del gobierno de los Estados Unidos se exhibe, por su propio presidente, como una de las injerencias más agresivas y fuera de las leyes internacionales en décadas.

Existen más iniciativas posibles, pero las planteadas aquí resumen bien el carácter, la importancia y la urgencia de construir una respuesta nacional a una de las

políticas más hostiles y discriminatorias que ha debido enfrentar nuestro país en muchos años. La unidad y el consenso nacional son necesarios, pero se forjan a partir de la experiencia disponible, el conocimiento, el diálogo abierto y la política democrática.

Atentamente:

Nicolás Alvarado Vale Verónica Baz Jorge Andrés Castañeda Morales Manuel Herrera Vega Juana Jiménez Sánchez Pablo Kuri Morales Humberto Lozano Avilés Lourdes Morales Canales José Luis Navarro Chinchilla

Rafael Pérez Gay Gabriela Pérez Yarahuan Jacqueline Peschard Mariscal Enrique Provencio Durazo Federico Reyes Heroles Raúl Trejo Delarbre Tere Vale Eduardo Vega López

CONSEJO CONSULTIVO CIUDADANO NACIONAL
PENSANDO EN MÉXICO

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