Todos los graduados de la preparatoria estaban felices, finalmente habían terminado sus largos años en la escuela. Con sentimientos encontrados los jóvenes sonreían para las fotografías con sus amigos, familiares y los compañeros del salón. Pronto muchos de estos pasarán a ser tan sólo un recuerdo, un rostro y un pasado, otros, amigos por toda la vida. La mayoría de los graduados estaban acompañados de sus padres, hermanos, abuelos y tíos; algunos más afortunados tenían hasta sus amigos y vecinos. Finalmente era un día especial digno de ser compartido.

Jessica no fue la excepción, se la veía muy linda en medio de la fila de graduados, con su toga azul y su birrete, pero su cara tenía una mirada perdida, y no se podía saber si estaba contenta por haber terminado la escuela, o estaba triste ya que nadie la acompañaba en aquella ocasión tan especial.

Sus Padres se habían divorciado hace un par de años, y desde su divorcio sólo habían peleas, reproches y muy mala comunicación. Tristemente, los más afectados siempre son los hijos. Jessica se había convertido en un paquete entre los padres, una razón más por la cual pelear y tener una lucha de poder. Las conversaciones acerca de su hija se limitaban a: «te toca» o «si tú vas, yo no voy» «nunca estaré donde estás tú». Cuando llegó el momento de la graduación los padres exigieron que Jessica eligiera entre el padre y la madre ya que ambos se rehusaban a asistir si el otro iba a estar presente. El padre insistía que él debía ir porque pagaba la colegiatura y los gastos de su hija; su madre insistía que a ella le correspondía por ser la que cuidaba a la niña diariamente. Ninguno de los dos tomó en consideración las necesidades y los sentimientos de su hija; el salón era suficientemente grande como para acomodar a ambos sin que tuvieran que cruzarse, pero los padres estaban más interesados en satisfacer sus propias necesidades y caprichos.

Con mucho pesar e incomodidad, Jessica decidió que fuera su padre el que la acompañara en esa ocasión. El día de la graduación, al poco tiempo de comenzar la ceremonia, el papá de Jessica abandonó el evento porque debía buscar a su nueva novia en el aeropuerto. Así que Jessica tuvo que estar en su graduación sola. Se sentó junto a una amiga que sabía de su situación. Los familiares de su amiga, a pesar de ser unos extraños, muy amablemente acogieron a esta jovencita, le tomaron fotografías y la trataron como si fuese parte de la familia.

El orgullo de sus padres y su gran egoísmo impidieron ver el dolor y el vacío que le habían causado a Jessica. Esta era una de tantas ocasiones donde sus padres no se habían puesto de acuerdo, habían utilizado a su hija tal como si ella fuese tan sólo un paquete, una carga, como si el divorcio no hubiese sido suficiente dolor para esta chica. Una ocasión que pudo ser una celebración especial, fue tan sólo otra causa de pelea y dolor. La joven pasó sola su fiesta de graduación, los padres enojados y el paquete sin dueño que lo reclame.

El valor de los hijos

Ingredientes:

  • 500g. de tiempo
  • 2 tazas llenas de paciencia
  • 4 cucharadas de consistencia
  • 1 rebanada de involucración
  • 1 sobre de madurez
  • 1 manojo de flexibilidad
  • Sensibilidad al gusto
  • 3 gajos de cariño

Condimentos:
Preocupación, gentileza, reflexión y control

Modo de preparación:

Educar a un hijo es quizá una de las recetas más complicadas ya que lleva mucho tiempo, dedicación, entrega, atención y cariño. El menor descuido puede llegar a convertirse en un verdadero caos. Cuando uno se convierte en padre debe estar dispuesto a sacrificar su bienestar y felicidad para otorgársela a su hijo, ya que él es su creación, su inspiración y su razón para vivir. Cocinar tantos y tan variados platillos sólo tiene sentido cuando uno tiene a alguien para quien hacerlo. Más que hablar de una técnica en particular es importante mencionar que todos y cada uno de los ingredientes de esta receta juegan un papel determinante en la realización de este platillo tan especial.

Los buenos hijos no nacen, se hacen. Si bien el corazón del hijo siempre está buscando el cariño y la aprobación de sus padres, también es cierto que cuando el corazón de los padres no está alineado con el de su hijo, lo más probable es que este último, se de vuelta y se distancie, encontrando aquello que busca en algún otro lugar.

Un buen padre al igual que un chef, inspira, tiene mucha paciencia, mantiene la calma y con mucho amor impulsa a su hijo a convertirse en un ser íntegro, con el ímpetu de continuar transmitiendo todo aquello que ha recibido día a día en su hogar. Hace del hijo una persona que crece seguro de sí mismo, que sabe adaptarse, se siente querido. Capaz de conservar la misma receta de generación en generación.

Fuente: www.recetasparalavida.com

Dejar respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí