Para vivir bien es importante amar a la vida. El deseo de vivir y el optimismo nos dan energía y nos llenan de buenas razones para seguir adelante a pesar de que no siempre tengamos lo que nosotros deseamos.
Elsa tiene 81 años y Alfredo tiene 86. Ambos son personas alegres, optimistas y sobretodo tienen muchas ganas de vivir.
Elsa, una mujer muy gentil, enviudó hace poco tiempo después de haber estado casada por más de 50 años y tuvo sólo una hija que le dio 3 nietos. Muy pronto festejaran la boda de la nieta menor.
Alfredo, un señor serio, cordial y elegante perdió a su esposa hace un año. Pasa su tiempo leyendo, jugando al ajedrez o a las cartas con sus amigos y visitando a sus hijos y nietos.
Elsa y Alfredo tenían amigos en común a pesar de que nunca se conocieron en todos los años de sus matrimonios. Un buen día Araceli, la mejor amiga de Elsa, la invitó para que la acompañara a su reunión semanal para jugar a las cartas con sus amistades. Allí estaría Alfredo. Araceli creía que ambos podrían hacerse amigos y pasar buenos momentos juntos. Y así fue. Desde el momento en que Elsa entró al salón, Alfredo se levantó y se introdujo. En pocos días Elsa y Alfredo entablaron una buena amistad que pronto se convirtió en una nueva relación. A los pocos meses decidieron casarse e iniciar una nueva vida. Si bien las familias de ambos apoyaron a la pareja, había quienes se preguntaban si la relación era apropiada. No había pasado mucho tiempo desde que ambos perdieron a sus parejas y algunos sentían que había una cierta traición en querer reemplazar tan rápidamente a las personas fallecidas. ¿Cómo podían haber olvidado tan rápidamente? ¿Cómo se atrevían a volver a enamorarse sin haber pasado largos años de por medio? Obtuvieron la respuesta durante la boda.
El casamiento fue en un lindo jardín y asistieron los hijos, nietos, familiares y amigos de ambos. Elsa lucía espectacular, no sólo por su traje que reflejaba su gusto refinado, sino por su sonrisa contagiosa y una inmensa alegría que se podía sentir por todo el patio. Alfredo se sentía como si nuevamente fuese joven. Alzó una copa y comentó:
«Elsa y yo tenemos varias cosas en común pero sobre todo compartimos el amor por la vida. No nos casamos para reemplazar a nuestros esposos con los cuales tuvimos una vida maravillosa; nada ni nadie puede sustituirlos. Este casamiento se trata simplemente de reconocer que aun estamos vivos y que debemos continuar hacia delante; vivir lo mejor que se pueda con el tiempo que nos queda.»
Y en ese instante, todos comprendieron. Alzaron sus copas y brindaron por la nueva pareja y por la vida.
Retomando la vida con realismo
Ingredientes:
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8 cucharadas de Experiencia
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5 cucharadas de Respeto
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8 cucharadas de Compromiso
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4 cucharadas de Honestidad
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1 manojo de Ganas de vivir
Condimentos:
Alegría, gratitud, y buena disposición.
Modo de preparación:
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Estar vivo implica enfocarse en el presente. Es importante dejar de contar las pérdidas. Se debe retomar aquello con lo que se cuenta, permitiéndose disfrutar de lo que lo rodea, liberándose del dolor.
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Compartir la vida aumenta las ganas de vivir. Una vez que entendemos que nadie es eterno, se puede valorar y disfrutar más cada momento. Cuando éste se comparte aumenta la posibilidad de tener un mejor sabor, reanimando nuestra vida y mejorando los condimentos.
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Nunca se reemplazan los sabores originales. Nadie se sustituye ni se olvida. El sabor y los aromas de la primera cocina quedan impregnados para siempre. Estos constituyen la esencia que nos ayuda a subsistir a través del tiempo y nos da una consistencia única.
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El beneficio es para todos. Tener el privilegio y la suerte de rodearse de cocineros felices y positivos mejora la calidad de las recetas y de la sobremesa. Un Chef cocina mejor cuando el ambiente que lo envuelve es ligero, optimista y sobretodo lleno de afecto.
«El regalo más grande que podemos tener es el patrimonio de la vida. Compartir, reír y gozar, no tienen precio» RPV
Fuente: www.recetasparalavida.com