De nada sirve estar sentado en una mesa bella, llena de ricos platillos, acompañados con todo tipo de, vinos, panes, postres, arreglos de mesa, vajillas costosas etc. si la conversaciones que acompañan la ocasión son superficiales y vacías, tienen un tono negativo, se concentran en criticar y se usa un lenguaje vulgar. Las palabras son el alimento del alma, hay que tener cuidado con lo que nos estamos alimentando.

Rita disfruta de la compañía de sus invitados, por eso que siempre se esfuerza en preparar los mejores festines. Compra los mejores ingredientes, prepara una comida deliciosa y su mesa está siempre bella. Tristemente, la semana pasada nada de esto fue suficiente para salvar la noche. La presencia de uno de sus invitados, Jaime, fue suficiente para tornar lo que pudo haber sido una velada encantadora en una cena francamente desagradable. Jaime hablaba sin cesar, la mayor parte del tiempo acerca de si mismo, casi no daba lugar a los demás y cada vez que su esposa quería hacer algún comentario la interrumpía sin ningún reparo. Cuando algún invitado contaba algo, Jaime lo usaba como trampolín para hablar de sí mismo. Para colmo fue el último de los invitados en irse. Se quedó hasta tan tarde que los dueños de la casa casi no pudieron ocultar los bostezos y el aburrimiento que sentían después de haber escuchado toda la noche como Jaime hablaba y no dejaba que nadie pudiese conversar.

Javier comenzó un nuevo trabajo e invitó a uno de sus colegas, Matías, a cenar a su casa. Cuando llegó le introdujo a su esposa, Marisa, sus hijos y amigos de la familia. En la mesa, Matías comenzó a contar como conquista a las mujeres y sus aventuras con las casadas. Él tenía mucha chispa y un gran sentido del humor por lo cual varios de los amigos se rieron con sus relatos. Los niños abrían grandes sus ojos y estaban impactados de las osadías de Matías. Entre risas, pláticas, críticas y copas pasaron una noche en la que aparentemente todos se estaban divirtiendo excepto Marisa que se limitaba a sonreír y mantenerse callada.

A la mañana siguiente, una de las visitas llamó a agradecer por la invitación. Marisa le pidió que le dijera sinceramente como la había pasado en la cena. La visita le dijo que la comida había estado exquisita y que había disfrutado de su compañía pero a pesar que se había reído mucho, lamentablemente fue una ocasión desperdiciada. La conversación había sido superficial y totalmente inadecuada ante la presencia de niños y un ambiente familiar.

¡Qué triste que una cena que fue preparada con tanto cariño y esfuerzo quedara arruinada por estar hablando de tonterías que no nutren al alma y que no dejan nada bueno!

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www.recetasparalavida.com

Conversaciones nutritivas

Ingredientes:

  • 1 taza de coherencia
  • 2 cucharadas de propósito
  • 1 racimo de prudencia
  • 3 piezas de control
  • 4 gotas de interés

Condimentos:

Mesura, respeto y sensibilidad

Nota del chef: Hay que utilizar las conversaciones para conectarse con los demás, no para evadir o escapar de la realidad.

Modo de preparación:

  1. Las palabras tienen mucho valor y son ingredientes que le dan valor y sabor a la vida. Se puede crear o destruir un mundo por medio de las palabras. Hay que poder aprovechar cada momento que se pueda para decir palabras que motiven, nutran y construyan.
  2. No hay que hablar sin sentido ni propósito. Es importante conectar las palabras con la mente y nunca dejar que la boca hable sin censura. De nada sirve impresionar o ganar popularidad si las palabras que se dicen carecen de valor.
  3. Hablar en forma negativa, superficial y vacía conduce a que la persona termine aislándose, sintiéndose enojada y emocionalmente empobrecida. El uso eficiente, moderado y coherente de las palabras ayuda a controlar los pensamientos, dirige las buenas acciones y crea conversaciones nutritivas

«La conversación es el mejor ingrediente para crear conexiones y dar un sentido más profundo a la vida.»

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