Después de que Moda y Vanidad, los dos seres etéreos que invaden nuestro espacio, hablaron del principio de la humanidad y su precaria vestimenta, nos relatan ahora, sin que yo lo haya podido comprobar, que Set, noningentésimo nonagésimo nono, enfermó por el olor hediondo de carne y sangre, combinado con el de la grasa de agallas machacadas con que curtían los cueros y un día tuvo que acomodarse en la hierba ante un verde paraje lejano a las pieles. Ahí empezó a pensar e imaginar la forma de cubrir su cuerpo sin utilizar a los pobres y desagradables animales. Fue entonces –continúan- que con su ayuda, Set de repente sintió que un rayo de luz lo iluminaba para hacer la transformación de la planta de lino que tenía enfrente en una fibra susceptible de hilar.
Moda asegura que a partir de ahí comenzó el desarrollo de los textiles. El caso es que los textiles se extendieron por todo el mundo poblado hasta llegar a Egipto y de ahí, precisamente, es de donde nos llegó siglos después la más amplia información sobre la indumentaria de sus habitantes, gracias a que sus telas y sus esculturas, por razones climáticas, se preservaron de la acción del tiempo.
Por las magníficas estatuas egipcias hemos podido establecer que, aunque prevalecía el pecho desnudo en sus costumbres, las jerarquías elevadas se reservaban el derecho de portar trajes con profusión de telas y adornos gracias a la ingerencia de Vanidad. También es muy notorio el hecho de que el torso descubierto se implantó en casi todas las civilizaciones de climas templados y cálidos, perdurando la costumbre hasta la fecha entre algunos nativos de Africa, América, Oceanía y Asia.
Los egipcios llamaron schanti al elemental vestido de los varones, consistente en faldones cortos abiertos por delante y anudados a la cintura. Luego, por consejo de Vanidad, agregaron componentes tales como una especie de doble delantal colgando al frente. Los egipcios, más perceptivos a los cuchicheos de Moda y Vanidad, trataron de imprimir a sus trajes un atractivo nuevo, el plisado. Los egipcios gozaron de su original plisado por muchos siglos, dejándolo como herencia al mundo futuro.
El vestido de la mujer egipcia, llamado kalasiris, consistió en una túnica larga que, dejando al descubierto los pechos, era sostenida por un par de tirantes. Esta prenda sufrió variaciones tanto en modelos como en telas, gracias a la intervención de Moda y Vanidad. Unas veces el kalasiris era llevado con una sola manga, otras con dos. Por lo regular, la tela que usaban para su confección era el lino blanco aunque las mujeres de clases sociales elevadas usaban tejidos transparentes. Nos cuenta Moda que ella impuso entre la corte la corriente de usar piezas de un lino tejido transparente con la particularidad del plisado, que lograban con una tela engomada para luego plisarla a mano. Los colores preferidos eran el ocre y el blanco. Vanidad, por su parte, impulsó como complemento de los vestidos los collares llamados Valona.
Es casi imposible pensar en la indumentaria egipcia sin visualizar la Valona que la acompaña. Este collar o cuello estaba hecho con telas de colores muy vistosos, adornado con perlas y piedras semipreciosas. Era lucido tanto por hombres como por mujeres.