Imagínese descubrir el cuerpo de alguien que fue sepultado hace tres mil años y saber, por medio de una autopsia, el motivo de su muerte y hasta el contenido de la última comida. Casi no se puede creer, pero es verídico y le explicaré por qué toco este tema.
En una de las muchas pláticas que sostengo con Moda y Vanidad, ellas me contaron que existen en el seno de los lagos del sur de Escandinavia lo que llaman turberas, esto es, lugar donde se localiza la turba, que son fósiles formados por residuos de líquenes o plantas y musgos, acumulados en sitios pantanosos. Esta turbera permite que cualquier objeto y hasta personas introducidas en ella, se conserven casi intactos al impedir el desarrollo de bacterias. De esta forma se han encontrado individuos que, por alguna razón, los antiguos escandinavos arrojaban a esos lagos, y están en perfectas condiciones como para ser sometidos a una autopsia. Pero éste no es sólo un tema para médicos forenses, sino también para estudiosos de las costumbres y formas de vestir de aquellos pueblos.
Gracias a las turberas y a los túmulos funerarios, se ha podido conocer la indumentaria de los escandinavos de tiempos remotos. Cuenta Moda que en un féretro de roble se halló el cuerpo de una joven rubia de unos veinte años y de elevado rango social. Iba vestida con un jubón tejido de lana, una pequeña falda confeccionada con cordones continuos de lana trenzada que iban de arriba hacia abajo formando un conjunto de flecos atados, un cinturón con hebilla en forma de disco con un punzón al centro, mocasines de cuero cubriendo sus pies y en sus muñecas, pulseras de bronce.
Moda, sin dejar hablar a Vanidad, continuó contándome que las faldas de cuadros, tan populares en Europa, tuvieron su origen hace más de dos mil años. Dice que los antiguos escandinavos combinaban diversas clases de lana para lograr los efectos cuadriculados.
Cuando por fin pudo tomar la palabra, Vanidad habló de los adornos, pues es un tema que conoce muy bien. Comentó que los adornos más antiguos de las escandinavas consistían en collares de ámbar que muchas veces portaban como amuleto, pues al frotarse cargaban electricidad estática y por ello les atribuían poderes curativos. Las joyas menos antiguas fueron trabajadas en oro y bronce. También usaron objetos como pinzas para depilar, navajas para afeitar, punzones para limpieza de uñas y peinetas.
Y…”¡déjame contarte algo curioso! –agregó Vanidad eufórica- ¿Sabes para qué utilizaban las escandinavas las hebillas en forma de disco con un pitón o punzón al centro? Ni más ni menos que para impedir a los varones cualquier acercamiento no deseado. ¿Qué te parece? Los tiempos cambian y ahora se usan los aturdidores o pistolas eléctricas si se trata de evitar tales acercamientos” –terminó diciendo entre risas y ademanes.
Una vez más, extraigo las ideas del pasado para transportarlas al presente en estos modelos.