A mediados del Siglo XVIII la moda en peinados y tocados de las damas de la corte francesa sufrió cambios tan increíbles que su límite sólo era marcado por la imaginación. A los cabellos largos naturales entretegían mechones postizos, adornando todo el conjunto con elementos de algún tema escogido: navegantes (con un barco), molino (con animales de granja agrupados), jardín (con flores artificiales o naturales). Estos exagerados peinados tenían un gran inconveniente. Dado que duraban meses antes de ser removidos, los bichos y los ácaros hicieron presa fácil las cabezas de las presumidas damas. La necesidad de rascarse hizo que se inventaran largos y puntiagudos adminículos de marfil. Las peinetas tuvieron doble función: la de adorno y de rascaderas.
En 1998 el diseñador italiano Valentino quiso sacar de su letargo a los hombres eligiendo para ellos una tela con un nombre muy sensual y sugestivo: LIBIDINOUS CASHMERE. Parece que el nombre lo dice todo. El material es tan liviano que una chaqueta puede envolverse y reducir su volumen al mínimo, como para llevarse en un puño. La coquetería masculina, muchas veces reprimida, puede ahora emerger. Otro estilista, Frankie Morello, propuso trajes adherentes como de buzo. Por su parte, Krizia manejó en ese año los pantalones de shantung gris y camisetas muy escotadas sin margas y transparentes.