Entrando al Caracol zapatista de Morelia, zona de Tzotz Choj, Chiapas, Angélica Ávila de Fuerzas Unidas por Nuestrxs Desaparecidas en Nuevo León (FUNDENL) sintió una “energía de lucha” muy fuerte. Con mochila al hombro fue recibida con una manta que decía “Bienvenidas mujeres del mundo”, para después encontrarse con casitas de madera pintada con murales de colores, rodeadas por pasto verde y bosque. Un espacio donde las y los zapatistas lograron construir otro mundo, donde a los jóvenes no los desaparecen como le pasó a su hijo Gino, quien un día de 2011 salió de su casa y nunca más regresó.
Cuando Angélica entró en el Caracol de Morelia – uno de los cinco “centros administrativos” zapatistas presentes en Chiapas – estaba empezando la inauguración del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, convocado en ocasión del 8 de marzo.
“Sabemos que hay de diferentes colores, tamaños, lenguas, culturas, profesiones, pensamientos y formas de lucha. Pero decimos que somos mujeres y además mujeres que luchan, entonces somos diferentes pero somos iguales. Y es que también nos hace iguales la violencia y la muerte”, afirmó la Insurgenta Erika desde el escenario, rodeada por bases de apoyo y milicianas del EZLN.
Desde otro templete, Marichuy y las representantes del Concejo Indígena de Gobierno observaban la inauguración del evento, pero nunca intervinieron.
“El trabajo del sistema capitalista patriarcal es mantenernos sometidas. Si queremos ser libres tenemos que conquistar la libertad nosotras mismas como mujeres que somos”, concluyó la insurgente zapatista.
Mientras que la mujer hablaba, las casas de campaña iban cubriendo el cerro, ocupando cada rincón del Caracol de Morelia. Poco a poco, más de 5 mil mujeres procedentes de los cinco continentes se acercaban para escuchar sus palabras. El evento más exitoso y participado de los últimos años en territorio zapatista.
Durante tres días, las más de 7 mil mujeres que participaron en el encuentro jugaron a futbol y basket, vieron obras de teatro, bailaron el son de las músicas zapatistas del grupo Dignidad Rebelde. Intercambiaron experiencias para “alimentar nuestras luchas que cada quien tenemos donde estamos”. Descubrieron que en Australia el extractivismo afecta a las comunidades, y que en la lejana Finlandia las mujeres indígenas sami luchan por sus vidas. Debatieron sobre salud, crianza, lesbianismo, sobre violencia de género y violencia de Estado.
Durante su plática con las zapatistas y las demás mujeres del mundo, Angélica Ávila habló a nombre de todas las demás integrantes de FUNDENL, contando sobre las desapariciones de sus hijos y de la lucha que como madres están librando. Se emocionó frente a un público tan atento y conmocionado.
“Una mujer zapatista tomó la palabra para darme ánimo en la lucha, y me quebré”, dijo Angélica Ávila.
Los hombres no fueron invitados al encuentro que, por primera vez, fue organizado únicamente por las mujeres zapatistas. Se quedaron a los márgenes del Caracol de Morelia cocinando, limpiando y haciendo otras actividades para que el evento se pudiera desarrollar. Para cada mujer zapatista que participó – más de 2 mil – hubo un hombre que se quedó en la comunidad cuidando sus hijos y su casa.
Pero a los hombres, de acuerdo con las zapatistas y con otras mujeres que entrevistamos, hay que incluirlos en la lucha. “Creo que es importante que hayan espacios de puras mujeres porque en caso contrario los hombres dirigen y se toman la palabra y el espacio”, dijo la afrodominicana Ochy Curiel, integrante del grupo colombiano Tremenda Revoltosa Batucada Feminista.
En ausencia de hombres, las mujeres tomaron la palabra con más seguridad, debatieron de forma distinta, incluso bailaron de forma distinta.
“Sin embargo, sí creo que los hombres tienen que ser antipatriarcales. Tienen privilegios pero en la medida en que se los cuestionen siento que pueden ser feministas, es más: deberían serlo”, añadió Ochy Curiel.
“El feminismo es una apuesta para el mundo, de trasformación de las relaciones desiguales de explotación, discriminación y de racismo”.
Un largo camino
Marta Dillón viajó unos 7 mil kilómetros para llegar a Chiapas. Tomó la decisión desde diciembre pasado, momento en que leyó la convocatoria de las mujeres zapatistas.
“Vine para tomar contacto con una experiencia de autonomismo como es el movimiento zapatista y vincularme con mujeres de todo el mundo”, comentó la militante argentina del movimiento Ni Una Menos.
“Tenemos que empezar a diseñar qué es lo que queremos cuando decimos que lo queremos cambiar todo. Eso implica imaginación colectiva y creo que acá, entre tantas experiencias de tantos distintos lugares del mundo, la imaginación se expande y podemos diseñar el mundo en el que queremos vivir”.
De acuerdo con Vilma Almendra, indígena nasa misak del Cauca (Colombia) e integrante del colectivo Pueblos en Camino, el objetivo del encuentro es que las participantes se encuentren para conocerse y “abrir un gran espacio político desde las mujeres para seguirnos tejiendo con otras y otros”.
“Hay mujeres de la ciudad que nos desprecian porque no saben de la lucha de (otras) mujeres, porque no han leído libros donde las feministas dicen cómo debe ser (el feminismo)”, afirmó la Insurgenta Erika durante la inauguración –, pero reconoce que las feministas han dado algunos aportes importantes: “tenemos que poner a dialogar estos aportes con nuestras culturas; no agarrarlos como formulas, sino ver qué tienen que ver estas experiencias con nosotras”.
A la par de otras mujeres indígenas mexicanas, la guatemalteca y maya q'eqchi' Lorena Cabnal se asumió como feminista comunitaria: “para mi ser feminista es un acto de transgresión y de rebeldía. No existe la palabra feminismo, pero creo que los feminismos en el mundo han aportado elementos para interpretar la vida”.
Según la escritora Francesca Gargallo, autora de “Feminismos desde Abya Yala”, libro que escribió “en dialogo con las mujeres de 607 pueblos originarios de Nuestra América”, se puede definir como feminista cada lucha de las mujeres para la mejoría de sus condiciones.
“Decirse feminista en la mayoría de las lenguas es la traducción de algo mucho más complejo, de la misma forma que todas las traducciones es reductiva”, explicó Francesca Gargallo, quien ve el feminismo como parte de la lucha para el buen vivir.
“Hay mujeres que usan metáforas para decir qué son, algunas dicen ser las “mujeres del corazón” o “mujeres en búsqueda de una buena vida”. Cada vez que esta búsqueda parte de la reflexión entre mujeres, creo que se puede hablar de feminismo”.
A compartir experiencias
Lucía lleva un traje maya tzeltal, un paliacate amarrado a la gorra y un radio en la cintura. A veces el aparato emite un ruido y le toca interrumpir su charla para contestar. En la construcción hecha de tablas de maderas, que normalmente funciona como comedor, poco a poco van entrando más mujeres. Se sientan en suelo para asistir a este intercambio no programado y tan inusual, mientras que una miliciana pasea por el cuarto.
Las mujeres presentes tomaron la palabra una a una, hicieron observaciones o preguntas.
Lucía, que vive en la zona de La Realidad, se tomó su tiempo para buscar la palabras más adecuadas para contestar. Habló de la guerra de baja intensidad en contra de las comunidades zapatistas y de cómo éstas organizan sus sistemas de salud, justicia y educación autónomos. Contó de su alianza con los demás pueblos indígenas que integran el Congreso Nacional Indígena (CNI), y el hecho de haber entablado relación con el Movimiento de Mujeres de Kurdistán, quienes enviaron un video para saludar el evento pues su representante fue deportada al aterrizar a la Ciudad de México.
“Nunca en mi vida desde que nací en la selva, nunca he conocido gente como la que está acá, casi pensaba que solo existíamos nosotras”, sostuvo Lucía con una sonrisa.
“Gracias a este encuentro estoy conociendo a mujeres de otros estados y de otros países. Me da gusto que nos entendamos y compartamos. Al año ya no será igual, a lo mejor tendremos avances o cometeremos errores, pero aquí seguiremos”.
Se escuchan los gritos del taller de danza africana que se está llevando a cabo afuera, y el silbato del partido de voleibol. Pronto caerá la noche y las mujeres zapatistas subirán otra vez al escenario para clausurar el evento. Lo harán con palabras tiernas que conmoverán a muchas. E invitarán a las mujeres que luchan no solo a analizar “quiénes son los responsables de nuestros dolores que tenemos”, sino a reunirse el próximo año en territorio zapatista, bajo el lema: “sus mundos de cada quien, de acuerdo a sus tiempos y modos.
Esta publicación fue posible gracias al apoyo de Fundación Kellogg.