«Un pueblo que no lee –aunque conozca el abecedario– es un pueblo iletrado que vive en una sola dimensión, plana y rectangular, donde la complejidad del universo se reduce a cuatro verdades infranqueables como tapias.
Un pueblo que vive al interior de cuatro verdades infranqueables no se cuestiona y no busca, porque cree haber encontrado. Y un pueblo tan candorosamente sabiondo es un pueblo ciego, aburrido, incapaz de reírse de sí mismo.
Un pueblo incapaz de reírse de sí mismo no imagina, no sueña y no inventa. Y un pueblo que no inventa es un pueblo sin que carece de presente porque está condenado a repetir el pasado.
Un pueblo condenado a repetir el pasado piensa que el mundo es como él supone. Por eso no entiende a otros pueblos y ni siquiera se entiende a sí mismo. Su mente se ha petrificado ante la galaxia de Gutemberg y su gran temor es que ésta lo engulla y lo arrastre hacia la modernidad.
Un pueblo que rehusa entrar en la modernidad odia leer libros y por eso no sabe de qué hablar ni cómo, pues su vocabulario es pobre, sus ideas son limitadas y su comunicación es escasa. Un pueblo así vive en el limbo: no escucha, no dialoga, no discute, sólo repite fórmulas vacías y estereotipadas.»
Raúl de la Horra Psicólogo y Columnista Guatemalteco.

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