Moda y Vanidad me sorprendieron cuando llegaron bailando al son de un lejano sonido que identifiqué como el jarabe tapatío. De inmediato, Vanidad, vestida con un traje de china poblana comenzó a relatar su visión de los trajes populares de México: “Este traje nació en el estado mexicano de Puebla y según recuerdo, su creadora fue Mirra, una princesa china llevada a México como esclava en un galeón de Manila. Al transcurrir el tiempo y por sugerencia mía, el traje de las sirvientas, lo bordó con lentejuelas y chaquiras formando el escudo nacional mexicano, es decir, un águila devorando una serpiente ya fuera en la falda o en la blusa.
Y fue así como la población, comenzó a respetar la mencionada indumentaria convirtiéndola, junto con el traje de charro, en el típico vestuario representativo de México”.
“¡Pero ya déjame hablar!” -replicó Moda molesta tomando la palabra: “En esta ocasión, uno de los trajes que más me gustó fue el de la tehuana, rico y vistoso con un marco de tela alrededor del rostro, igual que la llamada sobina, usada en una región de España”.
“Lo que más me llamó la atención -dijo Vanidad de nuevo- es el uso de la llamada jícara en la cabeza usada tanto como tocado o como vasija para beber agua. Esta modalidad también es característica de los triques del norte de Oaxaca”.
¿Y qué me dicen del traje de los tacuates? Pregunté curiosa. “Ah, dijo Moda, ellos son pobladores de Zacatepec, Oaxaca, llevan una túnica o camisa larga de algodón con mangas, que aunque cierra en el puño, van abiertas en los costados interiores. La otra pieza del conjunto es el calzón amplio y largo a medio muslo y extremos bordados. La túnica se prolonga para después doblarla y ceñirla a la cintura con una faja de lana tejida”.
“Si nos vamos al norte de la República, -continuó- llegaremos a la tierra de los tarahumaras, donde las mujeres visten varias faldas sobrepuestas. La tela que utilizan es generalmente de algodón y en ocasiones lucen la cretona floreada. El pelo es sostenido con una larga banda que denominan coyera, lucida tanto por hombres como mujeres”.
Y así terminó su relato Moda con el visible enojo de Vanidad, quien la apresuró para desmaterializarse.