Un consejo puede ser el mejor regalo o la peor ofensa que uno puede recibir. Cuando uno pide un consejo llega a pagar mucho dinero por este, ya que lo considera información valiosa y productiva. Pero cuando llega algún consejo de sorpresa, sin pedirlo o de la persona equivocada, el consejo se convierte en un trago amargo, mal recibido y de mal gusto. En lugar te recibir el consejo/comentario u opinión, con interés,  la persona que lo recibe se ofende y se incomoda.

Por otro lado, la persona que creía estar ayudando, se enoja porque se siente que lo están ignorando y que no toman en serio su opinión.

Como todo en la vida, nada es todo malo o todo bueno… hay mucho espacio en medio. Por ejemplo, hay personas que por tener confianza o una relación inmediata se abren y cuentan sus problemas a ciertas personas que consideran más cercanas. Las personas que las escuchan, sienten que tienen la obligación de ayudarlas entonces rápidamente opinan, critican y hacen un listado detallado de las acciones que se tienen que realizar. Sin entender realmente que esta sucediendo. Así, los consejos que dan, son juicios personales, relativos y sin una visión objetiva. Están basados en las interpretaciones individuales o en las proyecciones propias. Nada que ver con el consejo que se espera recibir.

Dar consejos es fácil, barato y cómodo, después de todo, el que da el consejo, no tiene que vivir las consecuencias de la sugerencia. Tampoco tiene que enfrentar la situación que vive el otro, por lo que resulta muy cómodo opinar desde fuera.

Por otro lado, están las personas que son más retraídas y menos comunicativas a las cuales les molesta hablar de ellas con cualquiera. Entonces cualquier tipo de comentario o consejo no será tomado fácilmente, su personalidad se los impide. Si a estas personas se les quiere ayudar, hay que reconocer sus limitaciones emocionales y no exigir que entiendan y que actúen como uno quisiera.

También están las situaciones en donde la persona no ocupa consejos, ni lecciones, solo necesita hablar y desahogar parte de su complicación con el fin de aligerar su carga emocional. Por lo tanto, esta persona NO está esperando un consejo sino más bien ocupa un oído que le escuche y un hombro donde se pueda recargar.

 Si la persona que la escucha no puede percibir el sentir, la necesidad o la intención de la persona que tiene el problema, evidentemente se encontrara dando lecciones de vida, cátedras innecesarias y por supuesto su frustración y enojo por que no le hacen caso será muy grande.

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La receta

 Buenos Consejos

Ingredientes:

  • 1 cucharada de prudencia – facultad de reconocer los tiempos personales
  • 2 rebanadas de respeto – reconocer los límites y los sentimientos de los demás
  • 1 pieza de empatía – poderse poner en el lugar del otro y tener compasión
  • 1 manojo de ojo noble – encontrar lo positivo, lo bueno y lo gentil en toda situación
  • 1 pizca de sensibilidad – entender a la persona, la situación y actuar con bondad

 

Recomendación del chef: Es más fácil juzgar a los demás que verse a uno mismo, por lo tanto, es mejor escuchar, entender y apoyar, que opinar y dar consejos.

Como o cunado dar consejos:

  1. Una persona puede dar un consejo cuando reconoce lo poco que sabe. Hablar con prudencia y responsabilidad ayuda a ser cauteloso y decir comentarios con sinceridad. Reconocer que la información que se tiene es limitada y poco objetiva.   
  2. Las palabras causan impacto en la vida de los demás. Cuando una persona sufre de un problema o tiene un conflicto, se encuentra más sensible de lo normal, por lo que las palabras que escucha le van a resonar con mayor intensidad.
  3. No solo se debe de tener buenas intenciones para ayudar a los demás. Hay que comprender las limitaciones que se tiene. Reconocer los intereses y sentimientos personales que se interponen ante el conflicto presentado y poder hablar sin exigir que otros hagan caso.

“Muchas veces el mejor consejo es aquel que nunca se da.”

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