La zona de confort no siempre es el mejor lugar para vivir por más conveniente que sea la vida allí.

Las personas que optan por vivir como víctimas, son personas que se convierten en seres adictos al sufrimiento. Estudios bioquímicos han encontrado que su celebro cuenta con cadenas cortas de aminoácidos: neurotransmisores, endorfinas. Así, el sufrimiento es el nutriente principal para retroalimentarse y perpetuar su estado de impotencia e irresponsabilidad.

Ser víctima significa perder el poder propio, depender del apruebo o desapruebo de los demás. Dejar que otras personas otorguen la posibilidad para sentir bienestar o lastima. El mundo exterior es el responsable de la forma de sentir de la víctima ya que su impotencia y su debilidad o en muchos casos su miedo a salir adelante les roba la posibilidad de sentirse con poder, responsabilidad y obligación.

Tristemente, la felicidad de estas personas, depende de la benevolencia de los demás, por lo que si llegan a sentir alegría o algún sentimiento parecido, solamente es gracias a que otros le otorgan el permiso y el alivio emocional.

La culpa, el castigo, el reproche, el berrinche y la falta de aceptar lo que sucede, son ingredientes que forman parte del eterno sentimiento de ser víctima. Su dialogo interno incluye frases como; Pobrecito de mí, yo no tengo la culpa, a mí nadie me aviso, yo no puedo hacer nada, eso no es mi problema, yo no tengo dinero, nadie me quiere contratar, no tengo nada que decir, tú siempre tienes la razón, a mí nadie me entiende, yo trato pero las cosas no se me dan, yo no tengo suerte…ni para que decir o hacer algo igual nada me sale bien, ya mejor no trato.

La persona que se siente víctima, inconscientemente está recibiendo exactamente lo que busca, caridad, compasión y más lastima, así gana empatía, perpetúa su condición de pobre de mí y recibe en una dosis concentrada “ayuda” por parte de todos los demás.

El no querer salir adelante ni superar cualquier situación incómoda y desgastante es solo una actitud, la cual promueve el sufrimiento e impide que la persona pueda llegar a ser feliz. Elimina las posibilidades, cultiva los pretextos y alimenta la impotencia emocional.

Dentro de las características más importantes que tienen la mayoría de las personas que se sienten víctimas son: 1. Se niegan o prohíben a sentir felicidad, 2. Buscan el perfeccionismo a tal grado que es imposible hacer algo bien y 3. Se adormecen o comienzan a vivir en piloto automático es decir, pasan día a día, sin pensar, ni sentir, sin atreverse realmente a vivir.

La persona VICTIMA, divide a las persones en dos grupos, o eres víctima, un perdedor al que nadie ni nada le sale bien, o eres un exitoso, un campeón, y triunfador que domina al mundo y logran lo que se proponen. Cada grupo es independiente y mutuamente excluyente.

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La receta

Eliminando a la víctima inmortal

Ingredientes

  • 3 cucharitas de aceptación- tomar la realidad y tener fortaleza para poder vivir
  • 1 sobre de valor-confianza en uno mismo y darse permiso para equivocarse
  • 1 manojo de conciencia- compromiso en todas experiencias y aprendizajes
  • 1 pieza de responsabilidad- decisiones sensatas y acertadas, obligaciones
  • 1 taza de actitud positiva- Sentir gratitud, buena disposición, motivación y determinación

Recomendación del chef

Para dejar de ser una víctima, hay que tomar la responsabilidad de las acciones propias y dejar de culpar al mundo por la mala fortuna.

Modo de preparación

  1. Uno debe de esforzarse para salir de la zona de conforte que brinda el sentimiento de ser víctima. Romper la armadura que protege y evita la confrontación consigo mismo. Liberarse del sentimiento de impotencia y frustración y tomar responsabilidad activa frente a la vida.
  2. Reconocer la manera de ser, para liberar los miedos que paralizan e impiden crecer. Hay que repetirse todos los días: Uno es suficiente como es. No se trata de ser perfecto sino de conciliar los aspectos de la personalidad y aceptarse con lo bueno y lo malo. Cuando uno se equivoca y cuando necesita pedir ayuda.
  3. Hay que enfrentar la vida con valor. Aprender a arriesgarse, a explorar y a sentir lo que se teme, aceptar las perdidas sin quedarse enfrascado en la derrota. Hay que cultivar la compasión sin sentir lastima. Poder perdonarse sin sentir resentimiento. VER LA VIDA CON GUSTO Y GANAS DE TRUINFAR.

Destruye la creencia de «pobrecito de mí, nada me sale bien» y destruyes a la víctima que llevas dentro.

 

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